Los periodistas deportivos aprendimos la jugada hace ya mucho tiempo. La frase: «ratificamos plenamente la confianza en nuestro entrenador», en boca del presidente de un club en realidad debe leerse como «si no ganamos este domingo se va a la calle».
Ayer, Mario Draghi, presidente del BCE, salió a «ratificar plenamente la confianza» en el euro. Y los benditos mercados reaccionaron con una euforia desmedida. Quizás porque no estén duchos en esta dialéctica futbolera. Más probablemente, porque los peces gordos, que son quienes determinan subidas y bajadas en bolsas, juegan a un juego en el que siempre ganan. Ayer tocaba inflar los balones; hoy ya se van deshinchando. Ellos, seguramente, ya tienen cubiertas las espaldas apostando a una nueva caída en tromba.
Lo cierto es que Draghi elevó el listón unos cuantos metros. O el BCE mueve ficha más allá de las palabras -compra deuda española e italiana, adelanta de alguna manera el dinero para el rescate de la banca, o se inventa un nuevo pase de magia- o el revolcón de la semana que viene puede ser de los que hacen historia.
Quedan pocos días para saber si Draghi, como su compatriota Berlusconi, tiene tanto de político como de presidente de un club de fútbol.