El desembarco en Normandía

La prensa que supimos conseguir lleva varias jornadas repitiendo que hoy es el Día D para la economía europea en general, y para la española e italiana en particular. Hay reunión, una más, de los jerarcas del BCE, pero después de las palabras de Mario Draghi el jueves pasado, se esperan con ansiedad las medidas que se vayan a adoptar para ayudar a ambas penínsulas, ibérica e itálica, a resolver sus problemas de deuda.

¿Dije resolver? Perdón, quise decir posponer, patear para adelante. ¿Cuántos Días D llevamos desde el comienzo de la crisis? ¿Diez, veinte, cincuenta? Pongan la cifra que quieran que seguro acertarán. Porque el problema es que no hay solución. O que a cada solución le surgen demasiados problemas.

El problema es que el BCE, y el FMI, y el Banco Mundial, y la Reserva Federal, y siguen las firmas, no quieren enterarse de que el problema es el sistema. Un sistema que ya ni siquiera es capitalismo, porque está presidido por la ambición sin límites ni leyes; por los desfalcos a diestra y siniestra (léase hipotecas subprime, paraísos fiscales, manipulaciones del Libor y el Euribor, y todo lo que nos queda por saber). Un sistema sin leyes ni controles fiables que lo rijan, y que por supuesto tampoco surgirán de la reunión de hoy.

Entonces, el enésimo Día D que nos venden los medios de comunicación de masas, en realidad un round más en la riña de gallos donde el más fuerte nunca pierde, no tendrá otra conclusión que elegir cuál es el parche que eligen para tapar el agujero de este mes y seguir con el juego como si aquí no pasara nada. Un juego siniestro, dedicado a engrosar los patrimonios de unos pocos y reducir los niveles de vida de unos muchos.

Quizás llegue el momento en que esos muchos digan basta y decidan patear el tablero. O al menos intentarlo.

Entonces sí habrá llegado el Día D.