Doping, otro eslabón en la cadena de la hipocresía

Hoy, que por fin se produjo el esperado debut del atleta sudafricano Oscar Pistorius en unos Juegos Olímpicos, después de años de polémicas, juicios y controversias (y también el de Marta Domínguez, por cierto), creo que hay que dedicarle unas líneas al meneadísimo tema del doping.

Oscar Pistorius, esta mañana en Londres 2012

Vaya por delante mi admiración por el afán de superación y el espíritu de lucha de una persona como Pistorius, pero creo que merece la pena recordar la definición de doping que brinda el propio Comité Olímpico Internacional: “la administración o el uso por parte de un individuo sano… de cualquier agente o sustancia que no está presente normalmente en el cuerpo… y/o de cualquier agente o sustancia fisiológica introducido en cantidades adicionales a las normales… y/o por una ruta anormal y/o de manera anormal… con el propósito y el efecto de un aumento artificial y una manera injusta del funcionamiento de ese individuo durante el periodo de competición”.

Los párrafos subrayados no lo están por casualidad. Si alguien no tiene la musculatura necesaria para afrontar una lucha grecorromana y toma nandrolona es doping, salvo que juegue en la NBA, donde los controles no existen ni siquiera durante los JJOO. Si ha perdido sus piernas y se injerta unas prótesis de carbono, no lo es. Curioso rasero de medir.

Partamos de una base: el doping es una de las grandes hipocresías de nuestra sociedad. La practicamos a diario, todos y todas. Desde aquel que se toma un tranquilizante antes de una importante reunión de negocios, una aspirina en medio de la jornada laboral o un estimulante antes de dar un concierto a aquella que se somete a una operación de estética para ganar un contrato como modelo, actriz o un concurso de belleza. En todos los casos, el fin es el mismo: mejorar el rendimiento gracias a un método artificial y dentro de un entorno competitivo. Sin embargo, al único que se le mide la orina o la sangre es al deportista de élite, el mismo a quien se le pide que haga cosas sobrehumanas como nadar en tiempos récord tres veces en dos horas, subir varios puertos de montaña cuatro días seguidos, o jugar agotadores partidos de tenis uno tras otro. Parece injusto, ¿no? Pero está aceptado. Quien se dopa en el deporte pasa a ser un apestado, cuando en realidad casi nadie tendría autoridad moral para juzgarlo, miembros del COI incluidos.

¿Qué diferencia a Pistorius, o a los jugadores de la NBA, del resto de deportistas? No es difícil deducirlo: que garantizan espectáculo. Y espectáculo es audiencia televisiva, y esto es mayor interés de los anunciantes, y esto es más dinero para el COI, ¿me siguen?

Desde el punto de vista humano, la participación de Pistorius en Londres 2012 conmueve, emociona. Pero siendo estrictamente legales, Pistorius es un atleta paraolímpico: utiliza algo que no está presente en su cuerpo para aumentar de manera artificial su rendimiento, y saca ventaja de ello, porque sus piernas de carbono no registran cansancio ni rozaduras ni ampollas.

Pero quién se fija en esas minucias en el Reino de la hipocresía que hemos creado…

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2 comentarios en “Doping, otro eslabón en la cadena de la hipocresía

  1. El Doping es algo que en muchas vertientes, me indigna. Por lo extendido, por las vista gorda que se tiene en Comites y Federaciones Nacionales en España con los deportistas de aqui, por el excesivo amarillismo de los medios de comunicación, porque es un problema que se lleva dando la patada para adelante desde hace decadas, cuando no ha habido un gran debate sobre lo que es y lo que no es doping. Porque la prohibición del uso de cualquier sustancia NUNCA ha servido para interrumpir el uso de dicha sustancia (cualquier droga vale como ejemplo) y ademas creas mafias.

    Lo de Pistorius pues fijate que es que yo creo que le dejan correr porque no llega a las medallas (ni a finales), Si el sudafricano hubiera llegado a la final con opciones de medalla, el COI hubiera tenido un PROBLEMA.

    • Con lo de Pistorius no tengo dudas. Pura demagogia (y negocio) del COI.
      Respecto al dóping en general, hace mucho tiempo que sostengo que debería gastarse ese dinero, que es público, en investigación o tratamiento de enfermedades y no en perseguir a gente que, de manera consciente, busca aumentar su rendimiento deportivo en aras de gloria, dinero o ambas cosas. Si por mí fuera, canilla libre y que cada cual cargue después con su cruz. No creo ni en el mens sana in corpore sano del deporte de élite, porque es justamente lo contrario: destroza los cuerpos y muchas veces las mentes; ni en la «pureza» de la que alardean ciertos entrenadores, dirigentes y deportistas. Pero el circo precisa de gladiadores, así que todo vale…

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