Intentaré ser breve, pero también claro.
La noticia que hoy sacude la monotonía de agosto, más allá de las medallas olímpicas, tiene sede en Écija, provincia de Sevilla; y en Arcos de la Frontera, Cádiz. Sendos grupos de afiliados del Sindicato Andaluz de Trabajadores entraron en un par de supermercados, un Mercadona y un Carrefour, cargaron varios carros con alimentos e intentaron llevárselos sin pagar, para repartirlos en comedores sociales. En el primer caso lo lograron; en el segundo y tras una larga negociación, la empresa francesa acordó donar doce carros que entregará mañana.
Diego Canameño, secretario general del SAT, representaba a los sindicalistas en Arcos. En Écija, lo hizo José Manuel Sánchez Gordillo, diputado de IU en el parlamento andaluz y alcalde histórico de Marinaleda. Y aquí se esconde buena parte de la polvareda que el hecho levantó entre la derecha española, la más cerril pero también aquella más escurridiza, oculta tras la maleza de siglas con cierto aire de progresismo.
Apenas dos párrafos de Historia para quien no conozca Marinaleda. Este municipio de la campiña sevillana, de solo 2.500 habitantes, es un pueblo de jornaleros históricamente postergado, que a partir de 1979 comenzó a luchar por una utopía. Lo hizo a base de ocupar fincas para obtener tierras propias para trabajar, e incluso un pantano para tener agua con que regarlas. Lo lograron en 1991, pero no pararon de pelear ni de ocupar hasta conseguir lo que en realidad era suyo, pero alguna vez cierto rey se lo regaló a los marqueses de turno. Y no dejaron de trabajar, todos de manera mancomunada, tomando cada medida previa consulta popular. Rehabilitaron una finca para convertirla en el sostén económico del pueblo. Cada familia comenzó a construir su propia casa, con los vecinos ayudándose unos a otros, y el pueblo fue creciendo y los servicios fueron mejorando.
Hoy, y desde hace años, Marinaleda es el único pueblo andaluz con pleno empleo. Sus habitantes no tienen hipotecas imposibles de pagar ni desahucios que soportar. Hay radio y televisión locales, instalaciones deportivas, escuelas-talleres… todo es público, pagado por el Ayuntamiento. En Marinaleda no participan las empresas privadas de sanidad o educación, ni hay espacios para las propiedades de los terratenientes, ni en su finca agrícola entran las multinacionales de las semillas.
José Manuel Sánchez Gordillo ha sido la cabeza visible de esta utopía convertida en realidad. Por eso es fácil suponer que lleva tiempo en la mirilla de quienes no pueden entender ni aceptar que esto ocurra, que no pueden permitir que se convierta en «mal ejemplo».
Esta mañana, quizás, cometió un error político al apoyar la acción simbólica del SAT desde la primera fila, porque le dio carroña a los buitres que siempre le sobrevolaron y hoy hablan de su viaje en business a Venezuela, sin aclarar que fue invitado por Hugo Chávez. O acertó. Porque sin dudas fue fiel a sus convicciones y a su manera de entender las cosas.
En definitiva, algo parecido hacía un señor en un país sudamericano, en los años 70. Junto al grupo que le apoyaba, paraba camiones en las carreteras, les quitaba la comida que transportaban y la repartía entre los que pasaban hambre. La derecha y su prensa adicta lo crucificó. Fue condenado. Estuvo preso.
Se llama José Mujica y es el Presidente de la República Oriental del Uruguay.
El neoliberalismo arrasa toda Europa. ¿Toda? Toda no. Una aldea poblada por irreductibles andaluces resiste todavía y siempre al invasor.
Muy interesante reflexión Rodolfo. Estoy a tope sin tiempo para nada que sea trabajar pero me enganchó la historia y tu manera de socializarla. Gracias.