Si hay una palabra que asusta por encima del resto al habitante medio español, esa es «Corralito». Quizás no se sepa bien de qué se trata, pero lleva asociada las imágenes del desastre económico vivido en la Argentina de 2001, las escenas de asaltos a supermercados (asaltos de verdad, no como el famoso de Sánchez Gordillo y compañía), pánico general y sensación de fin del mundo, que poco tiempo después se demostró que no era tal.
«Corralito», vale la pena aclararlo una vez más, es como se denomina en la Argentina lo que en algunas zonas de España se llama también «Parque», un artilugio donde los niños pequeños pueden jugar con la seguridad de que no se van a caer. Por analogía de su aspecto de encierro, durante aquella crisis de 2001 se le puso ese nombre a la restricción que impuso el Gobierno para la retirada de depósitos, una manera de intentar ponerle freno al éxodo masivo de capitales que antecedió al default (declaración de quiebra económica) del país.
¿A qué viene esto ahora? Muy simple. Hace un rato, y después de que esta mañana se anunciara de que la caída del PIB en España ya es del 1,3% en el último año, el titular del Banco de España, Luis María Linde, anunció que en julio se batieron todos los récords de retirada de fondos de los bancos de este país, con 74.228 millones. Si el dato no deja de ser preocupante en sí mismo, cabe agregar que:
– Es más del doble del récord anterior, que era de mayo pasado.
– Es el cuarto mes consecutivo en que bajan los depósitos.
– En el último año se han retirado 206.990 millones (algo así como fichar 2.200 veces a Cristiano Ronaldo), un 12% de lo que había en julio de 2011.
Dice Linde que no pasa nada, que la mayor parte son fondos de titulización (complicado mecanismo que consiste en convertir el valor de un crédito o un préstamo en un título con el que poder especular en el mercado secundario), y el resto, asuntos puntuales que tienen que ver con el verano y el pago de impuestos de las empresas (¡¿?!).
Algo así decía Domingo Cavallo, ministro de Economía argentino en 2011. Pero la sangría de dinero continuó, llegó el default (en nuestro caso, sería el rescate) y detrás el «corralito».
No se trata de arruinarnos el final del verano, pero no es malo estar prevenidos…