Crema catalana (Diálogos 7)

I.

– ¿Me parece o estás cabreado?
– Y tanto… Mira, que me roben todos los días ya casi ni me indigna. Al fin y al cabo, uno se acostumbra a todo. Pero que me tomen por estúpido es algo que me saca de las casillas (con perdón, ya sé que eres muy culé).
– ¿Pero qué ha pasado?
– La historia esta del Barcelona World de las narices. No es suficiente con que llamen Barcelona a un parque que estará aquí, en Tarragona, como para que encima me tomen el pelo diciendo que era una «negociación paralela que venían llevando desde hace tiempo». ¡Venga, hombre! Si hasta es fácil de comprobar que esto se lo sacaron de la manga de un día para otro, cuando el Adelson les dijo que se llevaba el EuroVegas a Madrid.
– ¿Y cómo puedes probarlo? Tal vez haya sido así…
– ¿Sí? ¿Tú crees? Te invito a que hagas una cosa. Entra en la web de la Oficina Española de Patentes y Marcas y busca Barcelona World. Te van a salir cuatro registros con negocios diferentes. El último es el del Parque, y el titular es Veremonte, la empresa del socio que han buscado, el tal Bañuelos.
– Supongo que es lo normal. Sigo sin entender dónde está el problema.
– En que la solicitud, que ni siquiera fue aprobada, se hizo el miércoles pasado, ¡menos de 48 horas antes de que lo presentaran a la prensa! ¿Tú crees que si de verdad lo venían hablando desde hacía tiempo iban a dejar el registro del nombre para última hora? ¡Por favor! Improvisación pura… Y tomadura de pelo, claro.

(En estos días, casi no hay otro tema de conversación en las playas de Roda de Bará que el nuevo megaproyecto de la Generalitat).

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II.

– Los fanatismos me matan, che. No me los banco ni en el fútbol. Y si encima son en lugares de atención al público ya me ponen enfermo.
– ¿Por qué lo decís?
– La semana pasada tuve que llevar a Marcelito, mi pibe, al médico. Le dolía la barriga, no parecía nada grave, pero andá a saber. Así que me fui al centro de salud. Y me tocó un doctor de estos que solo habla catalán. Mirá que yo marcaba bien el acento, como para que se diera cuenta que no soy de acá. Nada che, me explicó todo, muy correctamente, pero en catalán. No le entendí un carajo, claro. A mí me parece bárbaro que hable lo que quiera, pero no a la hora de decirle a un paciente qué tiene que hacer con su hijo. Menos mal que no era nada.
– Pero te cuento que eso pasa de los dos lados. Estuve en Madrid hace unos días, en casa de un amigo, y un compañero del pádel contaba que a su hermano lo habían destinado como juez a no sé qué ciudad de Lérida, y el tipo el día que llegó juntó a todos los del laburo y les dijo: «no pienso aprender ni una palabra en catalán; conmigo o hablan en español o ya pueden ir pidiendo el traslado». Y lo peor es que el hermano lo contaba todo orgulloso. No sé, hay veces que me cuesta entender a este país.

(Castelldefels suele ser sitio de reunión para los muchos argentinos que viven en Barcelona. Y como buenos habladores que son, siempre tienen historias que contar).

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