La Entrevista del Lunes: Luis Arranz

“EN EL PARQUE NACIONAL DE GARAMBA
LO QUE MÁS NECESITAMOS SON ARMAS”

Luis Arranz. Director del Parque Nacional de Garamba, República Democrática del Congo

Hablar con Luis Arranz dispara inevitablemente la fantasía. Porque no es lo mismo dirigir un parque nacional en la meseta castellana o incluso en los Pirineos que hacerlo en Garamba, uno de los sitios más aislados y conflictivos del planeta, al norte de la República Democrática del Congo, en la frontera con Sudán del Sur. Entonces, la protección y conservación del patrimonio natural se convierte en una película de aventuras, y la imaginación se viste al estilo Clark Gable en Mogambo. Aunque la realidad para este biólogo tinerfeño con raíces segovianas es bien diferente. ¿O quizás no tanto?

Ir a visitarle me parece que no es para cualquiera. Para llegar a Garamba hay que ir por Uganda y tomar un avión hasta la frontera con Congo. Desde allí al parque hay 300 kilómetros, pero en coche se puede tardar 3 o 4 días en época seca y 3 o 4 semanas en época de lluvias. Es decir, hay que alquilar un avión… y ser un poco aventurero.

Así debe llegar poca gente. No llega casi nadie. Estamos en uno de los sitios más aislados que pueda existir: dentro del continente más desastroso del mundo, en la zona más complicada, e incluso dentro de Congo, lejos de todo. Hay gente de Kinshasa, la capital, que tiene miedo de ir a Garamba.

Dicho de ese modo no dan muchas ganas de acercarse. Pero los que van siempre vuelven, porque es “el” viaje. Vivir en Garamba es una aventura cada día, porque aventura es no saber lo que te espera. Yo eso lo he hecho mucho cuando era más joven, y ahora lo hago sin necesidad de viajar. Cuando trabajaba en el parque de Zakouma, en Chad, venían amigos que habían recorrido Okavango, Kalahari o Serengeti y decían que Zakouma era el viaje de su vida por la virginidad del lugar. Congo es algo parecido. En Garamba puedes pasarte 20 días sin encontrar más gente, sólo tú y los animales. Es una experiencia que no tiene nada que ver con el Ngorongoro, por ejemplo, donde he llegado a contar 18 coches en fila viendo un león. Además, ahora hemos construido un lodge y vamos a empezar a promocionar un viaje que incluya los parques de Virunga y Epulu, para que sin salir del Congo se puedan ver leones y elefantes en Garamba, gorilas en Virunga y okapis y pigmeos en Epulu.

¿Y es segura la zona? Si me lo hubiera preguntado hace un par de años le habría dicho que no, pero en este momento sí. Aunque tiene sus riesgos. En la zona se mueve un grupo guerrillero ugandés que hace dos años atacó el parque matando a 14 personas, y no tenemos del todo controlado el furtivismo. Hay que ir con cuidado y preguntar antes, pero ahora está tranquilo.

Por eso usted pide armas antes que otras ayudas. Sí, y la gente se sorprende, no sé porqué. En el mundo todo se defiende a balazos: los bancos, las bibliotecas, los museos… Si llega alguien armado y quiere robar o quemar libros o un cuadro en el Prado, y ataca a balazos, el guarda se defiende igual, ¿no? Con los furtivos pasa lo mismo. Ellos vienen a matar a quien sea, entonces nosotros necesitamos tener mejores armas para defendernos. Pero todos los que nos apoyan nos dan coches, radios, uniformes, aviones… y nadie nos permite comprar armas, que es una de las cosas que más necesitamos.

Luis Arranz sabe bien de lo que habla. Llegó al África hace 30 años en un dos caballos (“toda una premonición”) y ha ejercido antes su trabajo en Guinea Ecuatorial y Chad, además de recorrer diversos parques africanos y sudamericanos, siempre con la misión de proteger y conservar un patrimonio natural cada día más amenazado.

¿Cómo empezó este periplo? Cuando estudiaba me gustaba mucho viajar. Al principio por España: Pirineos, los Ancares, Guadalajara… Después empecé a salir por Europa: Francia, Grecia… Y cuando acabé la carrera, con tres amigos decidimos ir a Australia, pero justo había estallado la guerra Irán-Irak, no pudimos pasar y tuvimos que dar media vuelta. Entonces, con uno de ellos nos planteamos ir a Zimbabue, que todavía se llamaba Rhodesia, porque un conocido nos podía dar trabajo. Así que cruzamos el Sáhara, pero en algún punto entre Argel y Níger el dos caballos se murió. Seguimos como pudimos y fuimos a Guinea Ecuatorial porque allí se hablaba español. Me puse a hacer lo que pude, hasta que al final entré a trabajar como biólogo con un grupo de cooperación y a partir de allí, año 83-84, empezó todo.

Y si tuviera que comenzar de nuevo, ¿lo haría tal como lo hizo? A mí me gustó. Era una época en la que no existían los actuales problemas de seguridad. Nosotros cruzábamos a Marruecos o Argelia sin un duro y en cualquier poblado la gente era muy hospitalaria y nos recibía muy bien. Yo sí repetiría, pero eso sí, con un todo terreno en condiciones.

¿Cree que esa es la única manera de conocer realmente un lugar? La única manera de conocer es tener tiempo. El problema de la gente que viaja es que debe volver en dos semanas. Entonces va de avión en avión, y así no se conoce nada. Tengo unos amigos que se casaron y en 10 días fueron a Zimbabue, Botsuana, Sudáfrica y una playa en Madagascar. Todo fue avión, coche, parque, búfalo, león y cena de lujo en el hotel. ¡No vieron un solo poblado! En este continente cuantos menos aviones se cojan, mejor. Hay que subirse a un camión con 40 personas, o 400, e ir con ellas hasta que el camión te deja tirado tres días en cualquier sitio. Es duro, pero con tiempo se puede disfrutar.

Siempre que no se tengan demasiados pruritos para dormir o comer según dónde. Ah, por supuesto. Esto de “yo la ensalada no la pruebo porque a saber cómo está el agua” no vale. En África hay que protegerse de los mosquitos, que es fácil, y olvidarse del resto. Hay que integrarse y vivir como ellos. Si no, no tiene sentido. Todos los países del mundo se parecen en los hoteles de lujo, da igual que estés en Nairobi o Nueva York.

África vuelve una y otra vez al discurso de Luis Arranz. Es su casa, y opina sobre sus problemas con seguridad y firmeza, como aquel que conoce a fondo el tema del que habla.

A veces en Europa se habla de África como si fuese algo homogéneo. Todo el continente tiene cosas en común, pero sin dudas el norte, el Magreb, es distinto. Luego Sudáfrica, con todos sus problemas, es diferente, mucho más “europeo”, y después está toda la franja central, que es más parecida entre sí, pero también hay que hacer distinciones. Los países anglófonos –Tanzania, Kenia, Uganda- no sé por qué se han desarrollado más y mejor. Hay pobreza, desastres, corrupción, pero muchísimo menos que en el África Central, es decir, en los dos Congos, Gabón, Camerún, Guinea Ecuatorial, República Centroafricana, países donde no funciona casi nada, y nada se piensa a largo plazo.

La tan triste y conocida pobreza –o miseria- africana. Para mí el principal problema es la corrupción, no la pobreza. Hay países pobres, como Mali o Burkina Faso, pero Congo no lo es, ni Gabón, que tiene petróleo y maderas. Hablar de la lucha contra la pobreza en Congo es ridículo, si es mucho más rico que cualquier país europeo. O en Guinea Ecuatorial, un país de un millón de personas que extrae 400.000 barriles diarios de petróleo, ¡casi medio barril por persona al día! Pero la riqueza está tan mal repartida, hay tanta corrupción, que la situación es la que es.

El panorama suena bastante desolador. Yo soy bastante pesimista. Distinto es el caso de Sudamérica, el otro continente que conozco más o menos bien, que sí tiene posibilidades de salir adelante. Pero en África está difícil.

Elefantes en el Parque de Garamba

¿Y la protección de la naturaleza en qué punto se encuentra? Estamos en un momento crucial. Los parques todavía existen, pero si de aquí a cinco o diez años no se hace nada acabarán desapareciendo. Lo más importante hoy es proteger el ecosistema, porque el mayor conflicto actual es la relación hombre-animal. En los 5.000 kilómetros cuadrados de Garamba no vive absolutamente nadie y la clave es que siga así, que no entre gente, que no haya cultivos ni ganado. De esa manera, los elefantes, los búfalos o los hipopótamos se reproducirán y aumentará su número.

¿Los gobiernos locales apoyan esta tarea? Hay distintos niveles. Sudáfrica, Tanzania, Ruanda o Kenia llevan muchísimos años y han llegado a un nivel de gestión bastante bueno, ganan dinero con sus parques y destinan una parte a protegerlo. En Chad o Congo no hay dinero y esa tarea no es prioritaria.

Y en ese caso, ¿de qué dependen? De la ayuda externa. Todos los proyectos están financiados, la mayoría por la Unión Europea. España, por ejemplo, nos apoya mucho en Garamba. Pero hay un problema. En Europa no se dan cuenta que África no va a cambiar en las próximas décadas y aprueban proyectos de conservación por cuatro años, cuando si queremos conservar un parque habrá que apoyarlo durante 30.

¿El futuro entonces es…? Creo que de aquí a un tiempo todo lo que no sea parque acabará desapareciendo, por la población y porque los animales son peligrosos. Cada año los leones matan a más de cien personas en Tanzania. Pienso que habrá espacios para los animales y espacios para la gente. Por eso es importante hacer ahora los parques del mayor tamaño posible, para que allí dentro sólo vivan animales y los turistas puedan seguir viajando para verlos.

Rodolfo Chisleanschi
(Publicado en la revista Paisajes desde el Tren. Febrero 2011)

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