· Hay 4 expedientes abiertos contra jefes del operativo del martes pasado
· Los antidisturbios critican a la Delegación del Gobierno y a la Policía Municipal
· Para mañana se prevé mejor organización pero idéntica dureza
“¡Mano dura!”, fue la orden general que recibieron los 1.300 efectivos policiales destinados a controlar -y reprimir si fuera necesario- la concentración del 25S. Mano dura para evitar a toda costa que los manifestantes llegaran a las puertas del Congreso. Y mano dura aplicaron los miembros de la UIP (Unidad de Intervención Policial) a partir de las 9 de la noche, cuando comenzaron las cargas, las detenciones y los golpes indiscriminados. Pero no fue la mano dura que estaba prevista ni la que habían imaginado en el seno de la propia institución policial.
La actuación de los antidisturbios levantó las lógicas y encendidas ampollas en buena parte de la población (y elogios en otro amplio sector, encabezado por el Gobierno), pero sobre todo, abrió profundas grietas en el interior de las propias fuerzas del orden. Los foros en los que participan integrantes del Cuerpo recogen opiniones para todos los gustos, pero los datos oficiales –recogidos en una investigación algo más exhaustiva- son más contundentes: al día siguiente de la refriega se habían abierto 38 expedientes internos por faltas y errores diversos cometidos durante la noche del martes. Con un apunte curioso: ninguno de ellos era por “exceso de celo”, es decir, por pegar más de la cuenta.
Los más afectados por este malestar interno son los jefes encargados de la operación, a quienes se culpabiliza de que las cosas “se hayan escapado de las manos”. De hecho, en apenas 48 horas sólo siguen su curso 4 de los 38 expedientes originales, todos ellos apuntando a quienes daban las órdenes: 3 jefes destinados a la zona de Neptuno, y otro al área de Sol. Y hasta se especula con sanciones que alcanzan la suspensión de empleo y sueldo por períodos que van de seis meses a un año.
¿A qué se debe tanta ofuscación? No. No es por reprimir ni más ni menos de la cuenta. Los jefes son acusados de montar mal el operativo, de situar las vallas de manera equivocada (en línea y desenganchadas entre sí en lug ar de hacerlo en cuña y ajustadas unas con otras), de ubicar a los policías delante de las vallas y de exponerlos a enfrentamientos directos con los manifestantes.
Mirado desde el punto de vista policial, su propia actuación durante el 25S fue un desmadre, una chapuza, y se acepta que buena parte de los choques se pudieron haber evitado con una mejor preparación. En ese aspecto, los mandos también tienen palabras de desprecio hacia la Delegación del Gobierno en Madrid: “No nos informaron de nada, nos dejaron solos. No sabían ni cuánta gente iba a asistir, ni si venían grupos organizados. No investigaron nada”, dicen desde el anonimato. Y tampoco se cortan en señalar con el dedo acusador a sus pares de la Policía Municipal, por no respaldar ni prestar su apoyo.
Por otra parte, en el interior de la UIP están convencidos de la versión que dio José María Benito, portavoz del SUP (Sindicato Unificado de Policías) sobre el accionar de los infiltrados: “ellos no provocaron los incidentes”. Y señalan como extremistas ya “fichados” a quienes incitaron a la policía y desataron la carga, “porque la orden previa era no dejar pasar una y responder a la primera agresión o amenaza de avance hacia el Congreso”.
Pero lo que ocurrió a partir de ese momento ya no tuvo control. “Llegó un momento en que no era cuestión de mano dura, sino de vía libre”, aseguran miembros de la UIP. Así fue como comenzaron los disparos de bala de goma y los porrazos “de arriba hacia abajo”, de los que lastiman de verdad, que también están siendo objeto de una investigación interna (aunque lo más probable es que no prospere en exceso). Del mismo modo que se investiga lo ocurrido en Atocha, adonde los antidisturbios llegaron por una llamada desde el servicio de Seguridad de la propia estación.
¿Hasta dónde avanzarán estas pesquisas internas? ¿Terminarán o no en sanciones? Y sobre todo, y lo más importante para quienes sufren las cargas, ¿significarán un cambio positivo en el accionar policial de cara a lo que vendrá, empezando por hoy mismo, 29S?
Las dos primeras preguntas no tienen respuesta segura. La última es más predecible. Habrá mejor organización y los operativos estarán mejor preparados para proteger los objetivos que les marquen desde las altas instancias, y protegerse a sí mismos. Pero el trato hacia los manifestantes no cambiará demasiado. Es elocuente que, en caliente, ningún expediente haya tenido en cuenta la violencia excesiva e indiscriminada. Entonces resulta fácil suponer que ningún nuevo mando se preocupará en modificar de manera sustancial la relación con la gente que acude a las protestas.
A pesar de la lluvia y la bajada de temperaturas, se viene un 29S muy calentito…