Disfrazado bajo unas iniciales inocuas, MEDE (ESM, en inglés), y un nombre sin aparente maldad, Mecanismo Europeo de Estabilidad, ayer ha nacido en el Viejo Continente el más malo de los bancos malos. Y no porque vaya a quedarse con los benditos activos tóxicos que crearon las burbujas ladrilleras y el desmadre de la timba bursátil. Las razones que impulsan su maldad son otras, variadas y múltiples.
Las más graves, sin dudas, están relacionadas con la absoluta opacidad de su gestión, totalmente antidemocrática y alejada de cualquier posibilidad de control por parte de la ciudadanía de ninguno de los 17 estados que en principio participan en él, es decir, los de la Zona Euro (prometo analizar más en profundidad estas cuestiones en un futuro post).
Pero también porque está lleno de trampas. La primera que nos encontramos tiene fecha cercana: el 23 de octubre.
Lo explico. Como todo banco, y más aun si su función esencial será la de dar préstamos a países con problemas, el MEDE necesita un capital inicial para funcionar. El mismo se compone de la obligatoria suscripción de acciones, repartidas en función de unos porcentajes en función del tamaño económico de cada socio, y que van desde el 27,14% que suscribirá Alemania al modestísimo 0,07% que debe aportar Malta, pasando por el 11,90% (83.300 millones) que nos toca a nosotros. La cifra máxima que se ha establecido como fondo de reserva del MEDE es de 700.000 millones de euros (el 64% del PIB nominal español, es decir, el precio que tendría hoy España si la pusiéramos a la venta), pero tranquilos, no hay que aportar todo junto. Se hará por etapas, subdivididas a su vez en varias estaciones.

ESM = MEDE (pero en inglés). Las columnas muestran el ranking de las agencias, el porcentaje de aporte, la cantidad total que habrá que ingresar al final del proceso; y la cantidad de la primera etapa de 80.000 millones
La primera de esas etapas contempla un aporte total de capital de 80.000 millones a ingresar de aquí a 2014. El problema es que dentro de dos semanas, el martes 23, ya hay que poner pasta. ¿Cuánta? En el caso de España, 3.800 millones. Es decir, que antes de pedir ningún rescate, antes de que Rajoy pueda «estudiar las condiciones», antes que nada, ineludiblemente hay que pagar.
¿Y tiene España liquidez para suscribir las acciones que le corresponden? A tenor del balance de caja que presentaba el país en septiembre, NO. Además, se debe recordar que a finales de octubre vencen bonos y letras del Tesoro por valor de otros 29.000 millones, que también habrá que pagar. Y entre noviembre y diciembre, 14.000 más.
Se entiende ahora por qué en todos los rincones del mundo es vox populi que España pedirá el rescate en breve, cualquiera sean las condiciones y por más coste político que le cause al Gobierno (en ese sentido, las últimas manifestaciones hechas por economistas alemanes no serían más que las infalibles «bombas de humo» para distraer al personal, que suelen ser parte del guión). Porque no es un problema solo de los bancos. Es el Estado el que está «tieso».
Es decir, y para hacer una primera conclusión: ayudamos a crear un banco que además de antidemocrático y opaco, en lugar de darnos dinero, lo primero que hace es exigir que lo pongamos nosotros cuando no tenemos ni para tomarnos una caña. ¡Esto sí es un banco malo! Lo curioso es que nos lo venden -economistas, políticos, tertulianos y afines- como un «Mecanismo de Estabilidad», por el cual ya todos podemos respirar tranquilos, porque será el que encienda la luz al final del túnel.
Por las dudas, cuando escuche MEDE, a partir de ahora cruzaré de acera… ¡Qué mal suena todo esto!