Los que crecen y los que se reproducen, el dilema aritmético de Israel

El vídeo que cuelgo aquí debajo es viejo, de 2008, pero su rescate de los archivos de Youtube resulta oportuno, porque el movimiento, llamado December18th e incluido dentro de una organización más amplia llamada Jewish Voice for Peace, continúa vigente.
Son estudiantes israelíes, adolescentes que se niegan a hacer el Servicio Militar, con todo lo que ello conlleva en su país, es decir, la participación en operaciones represivas en los territorios ocupados. Son objetores de conciencia y su negativa les lleva a la cárcel. No por mucho tiempo, 10-20 días, pero a la cárcel al fin y al cabo.

Sin dudas, estos chicos son una ventanita a la esperanza de un porvenir mejor y más respirable. Ahora miremos bien sus facciones y, sobre todo, sus vestimentas. Son judíos, sí, e israelíes también, porque ellos mismos lo declaran, aunque pasarían inadvertidos en cualquier ciudad del mundo occidental. Porque más allá de su nivel de creencia y de fe, es evidente que no son fanáticos, ni fundamentalistas. Y tienen otro rasgo en común: están claramente hartos de una situación de guerra permanente, que además de inmoral tiene que ser insoportable de vivir.

Oma Goldman, estudiante israelí objetora de conciencia

Si se buscara en la población palestina, sin dudas se podría hacer un vídeo semejante. También allí hay jóvenes (muchos) que quieren vivir en paz, que están hartos de la guerra, que logran sobreponerse a los mensajes de odio y tienen la suficiente claridad de ideas para aislarse del entorno e imaginar la construcción de un mundo distinto al que conocen desde que nacieron, que en su caso empieza por construir una relación diferente con los israelíes.

El problema es que son una abrumadora, aplastante y difícilmente reversible minoría. Y lo serán aun más en las siguientes generaciones.

Porque por cada niño que nace en una familia laica o de religiosidad moderada, en Israel o en Palestina, nacen diez o doce hijos en las familias de los fanáticos ortodoxosque solo encuentran argumentos en el Más Allá, sin importarles las consecuencias que su locura acarrea en el aquí y ahora.

Familia ortodoxa judía

Súmese a esto los líderes políticos que estimulan los miedos ajenos para traducirlos en votos (es decir, en poder y dominio), más las corporaciones económicas con sus márgenes de beneficios como único objetivo, y ya tendremos el cóctel completo.

Pero es ahí, en ese dispar crecimiento demográfico, donde fertiliza y se multiplica el odio del futuro, el que invita al pesimismo. En la medida que no se encuentre un modo de controlarlo, el fanatismo se irá imponiendo por simple cuestión aritmética, y cada vez habrá menos adolescentes con mentes despejadas para discernir entre lo que es moral e inmoral, saludable y enfermizo.

Mientras tanto, por supuesto que se debe apoyar la loable iniciativa de estos chicos que introducen una bocanada de aire fresco en medio de tanta podredumbre. Aunque su esfuerzo tenga una cierta apariencia de inmolación; eso sí, mucho más ilusionante y mucho menos trágica y dañina para los demás que atarse una bomba en la cintura y estallar con ella en medio de un mercado.

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