Durante años y años, muchos españoles se habían habituado a calificar las deficiencias, del tipo que fueran, con un adjetivo que, empleado de manera peyorativa, exhalaba al mismo tiempo un reconocible tufillo de superioridad: tercermundista.
Pero la vida es una rueda, y las ruedas giran. Entonces nos encontramos con días como hoy, donde las portadas de los periódicos, de Cataluña a Málaga, pasando por Pamplona, Vigo o Ciudad Real, hablan de toneladas de alimentos para repartir entre familias necesitadas -no de un país africano, sino de aquí mismo-; de alquileres gratuitos para familias desahuciadas -no en Guatemala, sino en Galicia-; de facturas con clínicas concertadas que la Administración no puede pagar -no en Filipinas, sino en Navarra-; de paritorios que se convertirán en quirófanos -no en Bolivia, sino en Castilla-La Mancha.
La precariedad se ha instalado en España, y nada para demostrarlo como las primeras páginas de dos diarios malagueños, La Opinión y Málaga Hoy, que coinciden en resaltarlo con noticias diferentes pero en el mismo sentido.
Escupir hacia arriba siempre fue peligroso. Bienvenidos al Tercer Mundo…