Desde hace diez días no puedo atender el blog con la dedicación y la constancia habituales. No es por vagancia ni por exceso de trabajo. Mis ganas de escribir y contar cosas se mantienen intactos.
La causa son las ratas. Parece que estos simpáticos roedores han colonizado (también) mi barrio madrileño y padecen asimismo los efectos de la crisis. Tanto, que en lugar de comida tienen que conformarse con ingerir cables. En este caso, la fibra óptica de mi conexión a internet, lo cual me genera enormes problemas para, entre otras cosas, subir artículos al blog.
Movistar, responsable del servicio, envía técnicos que en realidad trabajan para empresas subcontratadas. Y estos, si bien arreglan el desperfecto, no cubren los cables con nada que los proteja del hambre y los dientes de unos roedores que, además, parecen inmunes a trampas y venenos.
El incidente, hasta cierto punto menor más allá de los perjuicios que me ocasiona, no deja de ser metafórico. Esta es la España que despide 2012: un lugar donde el ciudadano se encuentra indefenso, invadido y dominado por ratas dispuestas a devorar a su paso todo lo que encuentran, y contra las que no parece haber antídoto disponible.
Salvo que entre tod@s surja una alianza para hacerlas salir de sus cloacas…
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