De pronto, los políticos europeos han descubierto las cifras del paro juvenil en España y dicen que es un problema de urgente solución. Stop. El Gobierno del PP, dócil como siempre a lo que dicen en Bruselas y Berlín, se apresura a anunciar medidas para facilitar que los menores de 30 años puedan crear sus propias empresas o se hagan autónomos (es decir, que de una u otra manera comiencen a cotizar), algo que debió hacer hace un año. Stop. Salvo por una cosa, la iniciativa parece inobjetable. En definitiva, es cierto que una desocupación del 50% es insostenible. Stop. Pero resulta que los jóvenes en paro, en su mayoría, viven con sus padres, tienen escasas cargas familiares, una preparación razonable y hasta la opción de migrar y probar fortuna en otro sitio. Stop. En cambio, ni en Bruselas, ni Berlín, y por ende tampoco Moncloa, dicen nada de los parados mayores de 40 o 45 años que la crisis ha multiplicado por miles. Esas personas que sí poseen cargas familiares e incluso deudas contraídas que les deja menos margen para nuevos emprendimientos o aventuras en el exterior, y que por cuestiones de edad tienen blindado el acceso al mercado laboral. Stop. Para ellas no hay leyes especiales, ni descuentos fiscales, ni preocupaciones externas. Stop. Su nivel de desamparo, una vez agotado el subsidio de desempleo, es absoluto. Tanto, que ni siquiera les toca una porción de la abyecta demagogia que impulsa Europa y ejecuta Fátima Báñez.