La otra pata de la pinza

Pinzas

En menos de 48 horas hemos asistido a una serie de hechos inéditos hasta el momento durante el año y pico de Gobierno del PP. De pronto, la resistencia monolítica a las presiones y las críticas externas pareció derretirse un poco, y casi al unísono, Alberto Ruiz Gallardón anunció una cierta marcha atrás en el tema de las tasas judiciales, los populares decidieron aprobar a trámite en el Congreso la iniciativa popular por la dación en pago, y María Dolores de Cospedal informó que Jesús Sepúlveda, el ex marido de la ministra Ana Mato imputado en la trama Gürtel, ha dejado de ser trabajador a sueldo del PP.

La sensación es de alivio. La sociedad ha comprobado que el Gobierno no es de piedra. Y en cierto modo, ayer incluso hubo momentos de euforia, después del triunfo -por ahora solo moral- obtenido por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca.

Pero detengamos la marcha un minuto y reflexionemos. Hasta hace dos días, el PP había aguantado incólume las manifestaciones y protestas de todo tipo. No había sucumbido a la marcha de los mineros, ni a las sucesivas mareas blancas, verdes y de todos los colores, no le habían afectado dos huelgas generales ni el goteo de suicidios como consecuencia de los desahucios, ni cuatro semanas de huelga de la sanidad en Madrid, ni… Su mayoría absoluta había servido para activar el rodillo y acelerar sin freno su plan de aniquilamiento del (precario) Estado de Bienestar que se disfrutaba en este país.

¿Qué ha cambiado entonces? ¿Qué ha provocado este giro en los acontecimientos? ¿Qué ha gripado la maquinaria del PP? Sin dudas, la aparición de la otra pata de la pinza. Importada desde Suiza, donde se dio a conocer -con sospechosa demora- la existencia de la cuenta secreta de Luis Bárcenas, esa pata derecha era lo que necesitaba la acción popular para apoyarse y agrietar de verdad la aparente solidez inquebrantable de Rajoy y compañía.

Porque no nos engañemos. Nada hubieran podido hacer el millón y medio de firmas de la ILP por la dación en pago sin la avalancha de impopularidad que está cayendo sobre el PP a partir del destape del caso Bárcenas. Por supuesto, la idea contraria también es válida: el conocimiento de la corrupción interna tampoco habría cambiado nada por sí solo sin el indispensable concurso de la pata izquierda, la de la lucha en las calles, en las organizaciones y en las plataformas populares.

No creo que estas palabras descubran nada nuevo. Su objetivo, simplemente, es hacer una lectura lo más neutra posible de la realidad y ponerla en su justo cauce. En estas 48 horas ha quedado demostrado que pelear hasta la extenuación es mucho más útil de lo que quieren hacernos creer aquellos que insisten que «no sirve para nada». Pero también, que hoy por hoy sigue haciendo falta otra pata para apoyarse y que la presión sea efectiva. Venga de Suiza o de donde sea.

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