Desde lejos casi todo suele parecer más bonito… Hoy tuve la ocasión de conocer la célebre Torre Agbar, la obra de Jean Nouvel inaugurada en 2005 en Barcelona, una construcción que aunque ya tenga sus años no deja de llamar la atención.
Y me ha decepcionado…
El edificio, sin dudas llamativo a la distancia, pierde gracia a medida q uno se acerca. Rodeado de una especie de poco afortunada malla metálica, las ventanas semejan ser diminutas, «pixeladas» por infinidad de cubiertas pintadas que si bien aportan colorido exterior parcelan la mirada en demasía.
Dentro, la sensación no mejora. Las vistas desde las plantas altas son fantásticas y los pasillos circulares otorgan una visión de Barcelona en 360° con pocos pasos, pero el tamiz de ventanas, cubreventanas y vigas impide la mirada límpida y afea el resultado. Y en cuanto a confort, es imposible medirlo en un par de horas. Pero me quedo con la opinión de un usuario cotidiano. «¿Qué tal la vida en este edificio?», pregunté. «Mmm… Singular«, fue su diplomática respuesta.
En definitiva. La Torre está bien como decorado, pero personalmente y sin pretender ser un crítico de arquitectura, mejor desde lejos…