En España solo le podrán recordar los más memoriosos, y menos jóvenes, que hayan disfrutado con las breves y dulces lecciones de El Libro Gordo de Petete. Incluso a pesar de que había nacido en Almería, hace 83 años.
Pero es en Argentina, país al que llegó con el empuje adolescente de los 17, donde su nombre figura junto a una lista rica, ilustre y entrañable de personajes inolvidables para quienes hayamos vivido la infancia entre los ya lejanos años 60 y 70. De su imaginación y sus lápices surgieron dibujos que adquirieron vida propia: Anteojito y Antifaz, el sabelotodo Calculín, el maravilloso Hijitus -un superhéroe del Tercer Mundo, con un caño como casa y un perro, Pichichus, como ayudante-; la banda de «malos» más tierna del universo: el Profesor Neurus, Pucho y el inefable Larguirucho; el pequeño Oaky, el encantador Petete, el desafortunado Trapito y su ilusión perdida…
Para quienes esperábamos cada jueves la salida de la revista Anteojito para -sin saberlo- dar nuestros primeros en los mundos del cómic (Pí-Pío, Sonoman…), o nos enganchábamos a la tele a ver el capítulo diario de Hijitus, Manuel García Ferré, el «mago» almeriense creador de tanta fantasía, era nuestro Walt Disney. Porque sus personajes nos hablaban «en argentino», amaban el tango como Pucho o tomaban mate como el Comisario correntino de Hijitus. Y entonces los sentíamos cercanos, propios…
Con el tiempo tuvo una editorial, que además de Anteojito publicó las ediciones locales de Muy Interesante y Ser Padres Hoy, entre otras. Hizo cine, de animación por supuesto. Y siguió dibujando.
Ayer se fue. En su Buenos Aires adoptivo, la ciudad que lo nombró Ciudadano Ilustre en 2009. Y con él, una porción de tiempo más inocente, en la que los mejores y mayores efectos especiales eran el amor, la imaginación, el talento y la ternura.
Que descanse, Maestro.
Y gracias. Muchísimas Gracias por haberme alegrado la niñez…