No es ninguna novedad que el litoral mediterráneo representa mejor que ninguna otra zona de España el modelo de corrupción y mezcla de intereses públicos y privados que azota el Estado de norte a sur y de este a oeste. Abundan los «casos», los libros, las películas y hasta las series televisivas para demostrarlo.
Y por supuesto, los medios de comunicación han jugado un papel no menor en semejante desmadre, a veces aplaudiendo de manera servil; en otras, ocultando de modo soez aquello que debieron investigar, denunciar y analizar de manera más veraz y objetiva. Pero los intereses de los empresarios del sector periodístico no difieren mucho de los que persiguen sus colegas de otras áreas del comercio.
Esta comunión de ideas, que se podría resumir en «acumular dinero como sea, y lo más rápido que se pueda», no parece que haya cambiado en exceso, incluso a pesar de la que está cayendo.
Hoy tenemos dos buenos ejemplos. Información, de Alicante, dedica su titular principal a la creciente presencia de rusos en la provincia. Por supuesto, no hay nada que objetar a la llegada de turistas del país que sea. Pero con las huellas todavía muy frescas de lo ocurrido en Chipre, paraíso de inversores y viajeros rusos hasta hace dos semanas; con los antecedentes de lavado de dinero y negocios opacos practicados por ciudadanos súbditos de Putin, no deja de ser llamativo que el arribo masivo de turistas desde Rusia se publique casi en tono de celebración, sin dejar un mísero hueco a los «efectos colaterales» que pudiera generar.
Para el otro ejemplo hay que saltar a Baleares, donde la apertura del Diario de Mallorca escenifica sin ningún pudor esa confluencia de intereses comerciales e informativos. Bajo un titular hablando de economía sumergida poco y mal investigada, saca a flote una bucólica foto dedicada a un buque de una empresa comercial. No dudo que los italianos de Costa Cruceros hayan jugado un papel importante en la economía de la isla, pero de ahí a dedicarle la portada de un domingo porque cumple años hay mucha distancia.
Exactamente la misma que debería haber entre el periodismo y la publicidad. Y que evidentemente ha dejado de existir.