Tod@s som@s chin@s (2ª parte)

RebajasRopaEl post publicado días pasados acerca del presente y el futuro del mercado de trabajo, es decir, la primera parte del Tod@s somos chin@s, dejaba en el aire un cuestionamiento evidente: teniendo en cuenta el achicamiento de ingresos que sufre o sufrirá una parte mayoritaria de la población española, ¿qué pasará con el consumo en este país? ¿Las empresas españolas no son conscientes de que al reducir los ingresos de sus empleados o proveedores acabarán siendo víctimas de un «efecto boomerang» porque tod@s tendremos menos posibilidades de comprar sus productos?

Por supuesto que son conscientes de ello, por supuesto que saben lo que hacen. La clave está en que las grandes empresas, las que cotizan en Bolsa, ganan todos los contratos y licitaciones públicas habidas y por haber (para algo invierten en «anónimas» y poco transparentes donaciones a los partidos políticos mayoritarios) e imponen las normas a través de la CEOE, están globalizadas, es decir, tienen sus redes de acción distribuidas por todo el mundo. Y el mercado español, simplemente, ha dejado de interesarles. Días pasados, El País publicaba un interesante artículo sobre las constructoras españolas. Sí, las mismas que crecieron y crecieron sin parar mientras se hinchaba la burbuja, sobre la base de la especulación, la recalificación de suelo y la fabricación de infraestructuras de utilidad relativa, como aeropuertos innecesarios o carreteras de peaje deficitarias.

Bolsa MadridPues bien, las que se salvaron del naufragio cuando estalló la crisis apenas efectúan el 16% de sus negocios en España. Y lo mismo puede decirse del resto de grandes empresas. Basta recordar la polémica que siguió a la decisión de Inditex de radicar fiscalmente su área de venta online en Irlanda. Si se toma el promedio general del Ibex 35, índice de referencia de la Bolsa de Madrid, el 60% de sus ingresos están generados en el exterior, con Telefónica y los grandes bancos a la cabeza.

Para entendernos, un mayor achicamiento del consumo en España, o un no crecimiento en el mejor de los casos, no afectará en gran medida a ninguno de estos «monstruos». En cambio, una reducción de los costes laborales mejorará su competitividad. Pongamos un ejemplo. Durante estos últimos años, la mayoría de estas compañías han trasladado su call centers al extranjero. Si a través de reducciones salariales se consigue que un operador telefónico español gane lo mismo que otro colombiano o argentino (o algo más, pero que se compensa por no tener que mantener una estructura al otro lado del mundo y porque los clientes suelen mostrar mayor satisfacción si son atendidos por una voz española), no dudarán en devolver estos servicios a España.

Esa es, en definitiva, la meta que pretenden las sucesivas reformas laborales: achicar los índices de desempleo gracias a trabajos más baratos, más precarios y en peores condiciones. O a elevar el número de autónomos que trabajen para las empresas como si fuesen empleados fijos, pero sin ejercer ningún tipo de carga añadida, ni sobre la empresa (Seguridad Social, pagas extras, posibles indemnizaciones…), ni sobre el Estado, al dejar de cobrar el paro.

¿La recuperación del consumo o de la economía en general? No es eso lo que se pretende. Ni aquí ni en el resto de Europa. Véase el ejemplo holandés, uno de los países más sólidos de la UE, y dueño, no por mucho tiempo más, de la ansiada triple AAA de las agencias de calificación. Su economía, basada en la exportación y el consumo, está en recesión, y tiene la deuda más abultada del continente. De hecho, algunos analistas ven en los Países Bajos el país que va a provocar el estallido del euro. Pero sus grandes empresas no pierden comba y siguen teniendo resultados florecientes. Porque como es lógico siguen un modelo muy parecido al nuestro. Y lo mismo puede decirse de las alemanas, las francesas o cualquier otra.

shanghaiChina, que ha sido faro, guía y locomotora de la economía mundial en lo que llevamos de siglo, ha seguido estas normas. Sus bajísimos costes laborales de producción le han permitido invadir el mundo con sus productos en cualquier rubro que se mire. Pero el nivel de vida de la mayoría de su población apenas se ha incrementado. Solo ha crecido de manera desmesurada el número de millonarios, como en Rusia, la India o cualquiera de los países emergentes. Porque trabajan pensando en los mercados externos, no en el consumo interno.

Por esto, también, tod@s somos chin@s.

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