Murió José Luis Sampedro. Stop. Un hombre preclaro, intenso en sus emociones e inmenso en su lucidez. Stop. Una voz tremendamente necesaria -una de las que más- en estos tiempos confusos. Stop. La lucha, la reivindicación, la denuncia seguirán su camino aun sin su presencia. Incluso como un homenaje. Stop. Pero al menos durante un tiempo no será lo mismo. Nos faltará su guía. Stop. Al menos durante un tiempo, nos hemos quedado huérfanos.
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«Messi es un perro», un video para no perderse
Vídeo
Había leído hace algún tiempo este cuento de Hernán Casciari, escritor y periodista argentino afincado en Barcelona, director de la revista Orsai.
Pero hoy me encontré con la emocionada narración oral que conjuga la letra de Casciari con la «música» del vídeo inspirador de la curiosa teoría del carácter perruno del 10 del Barcelona. Y me vi en la necesidad de compartirlo.
De más está decir que integro, junto al autor y al narrador, esa especie de «secta Messiánica» que profesa la más absoluta admiración por un futbolista que ha roto todos los moldes. Desde ese punto de partida, la perspectiva que brindan vídeo y texto sirve para fundamentar, todavía más, las razones de un fervor que aquellos que hemos mamado fútbol desde la cuna, que lo amamos y lo defendemos, nos vemos casi obligados a desempolvar cada vez que este pibe agarra la pelota.
Gracias Casciari por darnos un motivo más para comprobar que hemos elegido el Guía (iba a poner el Mesías, pero me pareció demasiado obvio) y el Camino correcto… que es, como todos saben, el que lleva al arco contrario.
Crónicas argentinas: Viaje al alma porteña entre el café y las letras
Un café humeante, un libro, un hombre, o una mujer, que posa sus ojos en él y un bar que los cobija. Abstrayéndose de todo y de todos. Nada importan las bocinas que suenan incesantes, el bullicio, los que ingresan, los que salen, las despedidas, los reencuentros, los besos, los abrazos o los llantos. Sólo él, o ella, el humeante café y esas letras que encierran una historia o un relato. Una típica postal del Buenos Aires de todos los tiempos. El café lo garantizó siempre el bar elegido, generalmente, el predilecto. Pero otrora lograr esa combinación perfecta obligaba al interesado, o la interesada, a llevar el libro consigo. Hoy en día ya no es necesario, pues son muchos los espacios que invitan a buscar en los anaqueles, seleccionar el preferido y sentarse a una mesa a leer, leer y leer hasta que el autor o el lector pongan el punto final. Será entonces el instante en que el libro vuelva a “acomodarse” en el lugar del stand que le fue asignado.
Si la Avenida Corrientes, una de las más famosas de la ciudad porteña, ejerce un poderío indiscutible por su multiplicidad de librerías, en épocas actuales son cerca de 500 las opciones que se distribuyen por toda la geografía de la capital argentina. Si bien en cada barrio podrá encontrarse una librería, son San Telmo, Monserrat y Palermo, fundamentalmente, los que concentran aquellas que se han convertido en multiespacios donde se puede escuchar música, leer o adquirir un libro, participar de su presentación o de algún evento de poesía o musical.
Quizá, una de las primeras en ofrecer estas opciones fue El Ateneo, Grand Splendid. Con 100 años de vida y 45 locales distribuidos por todo el país, El Ateneo inauguró hace 12 años la librería más grande de Sudámerica. Erigida sobre la Avenida Santa Fe, en el barrio de Recoleta, es considerada por The Guardian (2008) como la segunda librería más importante del mundo por su arquitectura, solo detrás de la Boekhandel Selexyx Dominicanen que funciona en una iglesia gótica del siglo XIII en la ciudad de Maastricht. Su nombre, Grand Splendid, se debe al cine-teatro que funcionó allí desde el año 1919 hasta su cierre a finales del siglo pasado. Su arquitectura se conservó intacta, solo que en vez de artistas son miles los autores que despiertan el interés del público visitante desde los estantes donde están ubicados los ejemplares. Los palcos que antiguamente eran el lugar selecto para ver la función en forma preferencial se han convertido en cómodos espacios donde sentarse a leer u hojear un libro; y el escenario es un café-restaurante, ideal para el encuentro o para el desarrollo de alguna actividad literaria.
Pero no es la única opción. A muy pocas cuadras de allí, esta vez sobre la Avenida Callao, se levanta Clásica y Moderna (inolvidable el relato que de ella hizo Manuel Vicent en El País hace un par de años). Fundada originalmente como librería, con el tiempo se ha convertido en un sitio donde se puede disfrutar de una agradable cena en compañía de un espectáculo musical. Las paredes de ladrillo a la vista, las luces bajas, los cuadros y el aroma a papel impreso y letra escrita crean un ambiente especial para los amantes de la elegancia literaria.
En el barrio de San Telmo, el más antiguo de Buenos Aires, entre muchos otros está el Bar de la Poesía, un lugar que remite a viejas épocas. Las mesas y sillas de madera, los objetos reciclados que sirven de decoración, las muestras fotográficas que ilustran las paredes, la biblioteca siempre a disposición del público, los espectáculos en vivo y diversas actividades culturales que allí se desarrollan hacen de este lugar un espacio de encuentro para la bohemia porteña y los visitantes de otros países que pretendan unirse a ella.
El Café Montserrat, en el barrio del mismo nombre, a muy pocas cuadras del Obelisco, también se ha convertido en un lugar de referencia para la movida literaria y ha sido testigo de muchas palabras echadas a volar por vez primera. Con un criterio similar al de la Poesía, también aquí la madera es la gran protagonista del mobiliario.
Palermo es otro de los barrios que ofrecen opciones de este tipo. En la zona que hoy lleva el “apellido” Hollywood se levanta Eterna Cadencia, que también es editorial. Si cadencia es sinónimo de armonía, en esta librería, mezcla de restaurante, cafetería y relax, cada cosa está en su lugar y todo sintoniza a la perfección. Un piso de madera que resuena mientras se observan los libros expuestos y un patio techado pero donde la luz del sol, o de las estrellas, son la compañía ideal para un almuerzo, una cena, dan marco a las diferentes actividades que allí se realizan.
Con un diseño más moderno, Dain Usina Cultural es una propuesta en la que se combina una librería, un café, restó y un lugar multicultural. El local se articula a través de un patio central que conecta todos los espacios. En la planta baja se encuentra la librería y un área para tomar o comer algo además de un pequeño escenario ideal para todo tipo de eventos. En la azotea, denominada Epicuro, se hizo uso de un gran sauce plantado en la acera que descansa sus ramas sobre un sector, produciendo un efecto de “espacio de campo” ambientado con grandes y cómodos sillones y mesas bajas de madera, ideal para compartir un almuerzo.
Pero mientras nace lo nuevo (y hasta aquí sólo se contaron algunas de las muchas posibilidades), lo viejo sigue vigente, y las librerías tradicionales, especialmente las de Corrientes, renacen todos los días y desde hace seis años, una vez al año se visten de fiesta para celebrar lo que se conoce como La noche de las librerías.
En la fecha elegida, generalmente en el mes de diciembre (verano austral), la Avenida Corrientes se convierte desde las 17 horas en un gran corredor peatonal. Organizada por el Ministerio de Desarrollo Económico y el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, en su última edición, los bares y las librerías más emblemáticas abrieron sus puertas al público para que puedan participar de mesas redondas, proyecciones, recitales, narraciones orales y hasta de bicicleteadas.
“Es la noche de mayor concurrencia después de los días de Navidad, un encuentro que recuerda épocas pasadas donde las librerías cumplían un rol muy importante”, señala Ezequiel Leder Kremer, librero y director de Librería Hernández, una de las más antiguas de la calle Corrientes.
Olor a madera, intimidad, aroma a café, modernidad o tradición, lo cierto es que Buenos Aires siempre tiene una propuesta para que sus habitantes, o sus visitantes, encuentren un lugar, “su” lugar para ingresar, al decir de Julio Córtazar, “en la falsa frontera entre lo ilusorio y lo tangible”.
Beatriz Chisleanschi