De cómo las grandes corporaciones monitorean el supuesto «cambio social»
– La Fundación Ashoka, una «secta» de Emprendedores financiados por los emporios de la economía mundial
– Sus peligrosas relaciones con empresarios condenados y asesores de políticos corruptos
– La rama española y el paraguas del Premio Príncipe de Asturias
Ignoro si se trata de un síntoma de vejez prematura, pero cada día que pasa siento con más intensidad que no tengo edad para que me tomen el pelo. Quizás por eso, últimamente estoy más atento a los hallazgos sobre engaños de toda índole. Y en ese contexto, pocas cosas me provocan mayor crispación que las trampas ocultas detrás de las ONGs o semejantes.
Hace unos días publiqué un post donde hablaba de Transparencia Internacional, en relación con el escándalo de corrupción en el Ayuntamiento de Sabadell. Hoy, le toca a Ashoka, fundación filantrópica norteamericana con presencia en unos 70 países, que actúa en España desde 2005, y que en 2011 recibió el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional.
Ecologistas en Acción fue la primera organización en encender las alarmas sobre esta magnánima institución, allá por abril de este año. Y en la página Filantropófagos efectúan un fantástico, recomendable, pormenorizado y extenso estudio sobre su funcionamiento. Lo que sigue es un mero resumen de este ejemplar trabajo.
Como siempre ocurre en estos casos, el lema de Ashoka es atractivo: «Todos podemos cambiar el mundo», es el eslogan de la institución fundada por Bill Drayton, un neoyorquino que hace algunos años fue considerado uno de los 25 líderes más importantes de los Estados Unidos. Para lograr tan loable fin, la fundación selecciona, apoya, financia y estimula el trabajo de lo que llama Emprendedores Sociales. Esto es, gente que tras superar un riguroso proceso de filtro ha demostrado condiciones suficientes para liderar un proyecto determinado. ¿En qué campos? En todos. Y cuando digo todos es todos, desde la prevención contra el abuso infantil hasta el otorgamiento de microcréditos; pasando por la producción de biomasa, la banca ética o la recuperación de semillas locales.
Ashoka cuenta con una red interconectada de unos 3.000 Emprendedores de este tipo, de los cuales 24 trabajan en España. A cada uno de ellos les paga un muy buen sueldo anual y controla cuidadosamente que cumplan aquello que prometieron: causar impacto social y promover cambios. Pero no se queda solo en esto. También cuenta con un número incluso más amplio de Changemakers, un eslabón inferior en la cadena, que también cobran sus generosas mensualidades (si uno es filántropo debe ejercer de tal, ¿no?), pero solo trabajan en sectores estratégicos de la economía. Y un tercer peldaño ocupado por otros 3.000 Ashoka Jóvenes Changemakers, algo así como la cantera, quienes asimismo cobran sus dineritos, pero menos.
Quienes hayan llegado hasta aquí se preguntarán, ¿y dónde está el problema? Hay varios. La primera cuestión es: ¿de dónde sale tanto dinero? La lista de financiadores de Ashoka es larga y solo pondré diez nombres: Goldman Sachs, Banca JP Morgan, Departamento de Estado de EEUU, Unión de Bancos Suizos, BBVA, Exxon Mobile, Fundaciones Botín, Coca-cola, Rockefeller, Gates… A ellos pueden sumarle todas las grandes corporaciones que dominan la economía global. En España, sin ir más lejos, todos los máximos dirigentes de Ashoka ocuparon antes altos cargos en grandes empresas: JP Morgan, eBay, Ray-Ban, General Electric, McKinsey…
Hay dos perlitas interesantes al respecto. Una es la estrecha relación de Ashoka con la Fundación AVINA, cuyo mecenas, el suizo Stephan Schmiedheyni, dueño de la fábrica de amianto Eternit, fue condenado a 16 años de cárcel en Turín por «desastre ambiental doloso permanente» en el área del Piamonte italiano donde se levanta su empresa. La otra, la introducción en el África subsahariana, en colaboración con Monsanto, de semillas transgénicas dentro del programa AGRA, Alianza para la Revolución Verde, en el que participan la FAO y las fundaciones Gates y Rockefeller.
Esperen. No se vayan. Hay más. En el funcionamiento de Ashoka existe una Academia Global, que se ocupa de asesorar a los Emprendedores Sociales. ¿Quiénes son los profesores? Por ejemplo, el peruano Hernando de Soto, asesor personal de Alberto Fujimori cuando este presidió el Perú. O Peter Eigen, el fundador de Transparencia Internacional (TI), entidad que otorgó la máxima calificación posible a Sabadell hace apenas dos años. TI lucha contra la corrupción, y no deja de resultar contradictorio que el propio Eigen administre un paraíso fiscal en Islas Vírgenes. Pero bueno, tampoco es cuestión de fijarse en esas minucias.
Para ir terminando, van un par de frases de algunos de estos dirigentes de Ashoka. Bill Drayton dijo sin ambages: “La colaboración entre las empresas y los Emprendedores Sociales puede crear y ampliar los mercados a una escala no vista desde la Revolución Industrial. Estos mercados alcanzarían a todos, pero especialmente a los 4.000 millones de personas que todavía no forman parte de la economía formal del mundo”. María Zapata, responsable de Ashoka en España, sostuvo en la revista Quo que: «Los Emprendedores Sociales trabajan con las poblaciones que viven con menos de dos dólares al día, y su labor es acercar a las multinacionales hasta ellas, mientras salvaguardan los intereses de éstas…». Y en varias ocasiones, sus dirigentes han hecho hincapié en la flexibilidad y pragmatismo de sus Emprendedores Sociales para salvar obstáculos y llevar adelante los proyectos.
En conclusión: ¿qué hace Ashoka? Muy simple, disfraza a los peregrinos de las grandes corporaciones de «corderos» e infiltra con líderes propios las organizaciones sociales que puedan estar surgiendo en las bases de la sociedad para guiarlas por el camino que marcan sus mecenas. Su receta para «cambiar el mundo» no es otra que perpetuarlo, activando mecanismos que permitan extender el mercado -que no sus beneficios- hasta las capas más bajas de las sociedades. En otras palabras, busca nuevos consumidores para las grandes empresas.
Y mientras tanto, recoge premios, como el Príncipe de Asturias 2011. Ese año, por cierto, presidió el jurado Antonio Garrigues Walker, presidente de Transparencia Internacional en España. Las casualidades no existen…