El holandés Jeroen Dijsselbloem es el presidente del Eurogrupo, el conjunto de ministros de Economía y Finanzas de la UE. Stop. Hoy, El País y otros diarios del continente publican declaraciones suyas, hechas durante una entrevista conjunta. Stop. Allí habla de la salud de la banca europea, que dice desconocer (¡¿?!), de rescates, de fondos de garantías, de quitas de deuda, de recapitalizaciones… Stop. Ni una palabra sobre la gente, sus necesidades, el funcionamiento de los servicios públicos, el desempleo, el futuro de los jóvenes ni de los de mediana edad expulsados del mercado ni de las pensiones. Nada. Stop. Su mayor interés es cuadrar las cuentas. Stop. Pero lo realmente siniestro es lo que considera la mayor preocupación: la inestabilidad política «que paraliza las reformas» en Grecia, Italia, Portugal… Stop. Traduzcamos el mensaje entre líneas: «inestabilidad política» para Dijsselbloem es que puedan perder el poder los liberales, conservadores, centristas o socialdemócratas lights que han permitido que el neoliberalismo más duro haya invadido el continente. Stop. «Inestabilidad política» es que los Parlamentos comiencen a llenarse de diputadas y diputados reacios a seguir metiéndole la tijera a los derechos de los de abajo para continuar la sangría de divisas hacia las grandes corporaciones. Stop. En definitiva, para este sujeto «inestabilidad política» es que la gente, esa que no se molesta en nombrar, se declare por fin harta de estos estafadores de galera y bastón y les den por fin la espalda. Stop. Hablo de una izquierda real y combativa o de una derecha fascista y antieuropea, que todo es posible en medio del marasmo. Stop. En cualquier caso, ya sabemos qué preocupa en las altas esferas de la UE. Ya sabemos cómo leer sus mensajes, actitudes y medidas de aquí en adelante. Ya sabemos lo que puede esperar a los países con «inestabilidad política»…
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La Portada del Día: Miradas obtusas
Más allá de las crónicas locales sobre celebraciones y procesiones que serán compañía inevitable durante toda la semana (pregunto yo: si esto se hace de un modo más o menos rutinario cada año, ¿no se aburren editores y lectores de repetirlo cada 365 días?), la sacudida de ayer en los mercados bursátiles tras las palabras del presidente del Eurogrupo es la gran estrella de la jornada.
Pero antes de ver cómo analizan algunas cabeceras lo que dijo el holandés Dijsselbloem, hay que hacer un alto en tierras castellanas. Porque allí, El Diario de Valladolid (edición local de El Mundo) trae un titular apoteósico. Leyendo la información se entiende lo que quieren transmitir, pero decir que «Castilla y León encabeza la batalla para captar turistas de sol y playa» en principio chirría bastante… o tienen una información sobre el cambio climático que el resto de los mortales desconocemos.
Bien. Volvamos a la economía. Ayer, las bolsas subían y las primas de riesgo bajaban. Hasta que habló Jeroen Dijsselbloem, y dijo que eso de quitarle el dinero a los ahorradores igual se hacía en otros países, no solo en Chipre. Y puso los mercados patas arriba. Más allá de que se esté o no de acuerdo con la medida, el ministro holandés dio un adelanto concreto de por dónde van a ir los tiros, algo poco habitual.
Pues bien, dejo aquí dos portadas. La de El Periódico de Catalunya y la del económico Cinco Días, para que se analice la lectura que hicieron de estas palabras. ¿Habrán perdido dinero en la bolsa? O, mucho más grave, se han acostumbrado tanto a que les mientan, que tiemblan cuando alguien dice la verdad.
Ay periodismo, que haces tanto mal, y sin embargo te quiero…
El Editorial del Domingo: Mare Nostrum, Mare Monstrum
Wolfgang Schäuble, el todopoderoso ministro de Finanzas de Alemania, culpa a Chipre de la nueva y enésima crisis que padece la Eurozona desde que en 2008 el engendro se empezara a caer a pedazos. Luis de Guindos, el oscuro ministro de Economía del gobierno que padecemos en España, afirma que esto no es Chipre, como antes no era Grecia ni Portugal ni Irlanda, y que los ahorradores de este país pueden dormir tranquilos.
¿A que el discurso suena conocido? De hecho, se parece sospechosamente a aquellas frases de ZP en 2007, cuando decía que sufríamos una “desaceleración”, pero en ningún caso una crisis. E incluso son casi un revival de aquel tiempo en el que los siempre “bien asesorados” tertulianos, opinadores y expertos económicos de los medios de comunicación se ufanaban –en épocas socialistas primero, y populares más tarde- de la “solvencia” absoluta de la banca hispana, y del buen hacer del Banco de España, “modelo de gestión” en Europa.
Ya sabemos lo que ocurrió después, tanto con la NO crisis de Zapatero como con el “modélico” funcionamiento del BdE. Pero ellos insisten, impávidos, en cabalgar sobre la ignorancia, el tedio, la resignación y la desmemoria del ciudadano común.
¿Que detrás de Chipre hay más cola para pedir rescates (Eslovenia y Letonia parecen Vettel y Alonso peleando por la pole position) que en los cajeros de los bancos de la isla? No importa. Son más casos aislados. ¿Que hasta la fecha la situación en los países rescatados solo sabe empeorar, y las perspectivas son incluso peores? Da igual. La redención llegará algún día, aunque la vayamos empujando siempre un poco más lejos. Y, sobre todo, aunque jamás se explique sobre qué terreno llegará. Es decir, cuáles serán las condiciones laborales, de acceso a la salud, la educación y las pensiones, de protección social, de desarrollo científico y tecnológico sobre las que se asentará la bendita redención. Y mucho menos, a quiénes beneficiará.
Este fin de semana, un estudio del Bank of America Merrill Lynch sitúa más allá de 2020 la fecha posible de inicio de recuperación económica en la Eurozona si Chipre, por fin, decreta la quiebra y abandona la moneda única, salida nada improbable tal como se van dando los acontecimientos. Pero en todo caso, y aunque esto no ocurra, el “efecto Chipre”, entendiendo como tal la pérdida de confianza en el mercado europeo para los inversores a raíz del nefasto manejo político de la situación hecho desde Bruselas y Berlín hasta el momento, será un golpe muy duro contra las ya de por sí reducidas opciones de pronta recuperación económica en esta parte del mundo.
Las miradas, en todo caso, están puestas en las decisiones que se adopten en las grandes instituciones europeas, el BCE y el Eurogrupo, básicamente. ¿A que esto también nos suena? ¿Cuántas veces en este último lustro hemos escuchado aquello de “reuniones cruciales” y “cónclaves definitivos”? Ya sea para salvar el euro, estabilizar los mercados o evitar el naufragio de la UE en general. Es un fenómeno cíclico, parecido al de las mareas que “se acercan y se van después de besar mi aldea”, como cantaba Serrat al Mare Nostrum que de tanto bañar las playas de Chipre, Grecia, Italia o España hoy semeja más bien un Mare Monstrum.
Y es cíclico porque, en realidad, es estructural, es nuclear. No afecta a un área periférica del edificio, como se nos quiere hacer creer de manera machacona. No es un incendio ocasional en una sala de máquinas aislada o un desorden puntual en el cuarto de invitados donde se celebró una festichola con más desmadre de lo que hubiera convenido. Los fallos están en los cimientos, en la matriz generadora. En otras palabras, en el sistema de relaciones económicas. Del mundo en general, pero particularmente en el interno de la Unión Europea.
Dicho claramente y en tres palabras: ESTO NO FUNCIONA. Ni funcionará. Se pongan como se pongan Schäuble, De Guindos, Draghi y quienes quieran. Se podrán ir apagando fuegos con más o menos acierto, como han intentado hacer tarde y mal hasta la fecha, pero mientras no se produzca un cambio profundo y absoluto del control de los sistemas financieros y productivos europeos, no habrá solución posible. Y por supuesto, un cambio en un sentido absolutamente opuesto al que se dirigen todas las rocambolescas medidas que se les ocurre a los “iluminados” que nos gobiernan. Esos «iluminados» que después ni siquiera tienen la dignidad de asumir sus ridículas meteduras de pata, tal como ocurrió esta semana en las estrafalarias negociaciones en torno a Chipre.
Al final, justo sobre la última campana, con ese estilo hollywoodense que tanto gusta a los políticos, habrá un acuerdo sobre el rescate económico de la pequeña isla del Mediterráneo. Se salvará a los pequeños ahorradores, se aumentará la factura a pagar por los grandes blanqueadores de dinero rusos cuya ambición les hizo caer en las redes de los bancos chipriotas, el BCE estirará un poco su “ayuda”, y eso calmará una vez más las aguas… hasta el próximo bucle del ciclo.
Pero el fondo seguirá siendo el mismo. Porque así camina Europa, de salvavidas en salvavidas hasta el hundimiento final en las aguas del Mare Monstrum en que se ha convertido el continente.