La Portada del Día: ¿Dónde está Andy?

77 años son demasiados años. Incluso para los británicos, tan flemáticos ellos, tan poco dados a los sobresaltos emocionales y a la exposición pública de sentimientos y pasiones.

Pero cuando se trata de exaltar los éxitos propios y reflotar el espíritu patriótico, ni el más frío de los súbditos de Su Graciosa Majestad logra disimular el orgullo de ser British. Por eso, el hecho de que Andy Murray haya roto ayer el maleficio de 77 años sin que un británico ganase el torneo de tenis de Wimbledon, sirvió para sacudir las fibras de cualquier ciudadano nacido en las Islas. Incluso a pesar de que Andy sea escocés, un pueblo en pleno proceso de independencia.

Hoy, no hay periódico al otro lado del Canal de la Mancha que no dedique su portada al nuevo héroe nacional. Pero la mayoría repite, desde diferentes ángulos, la foto de Murray besando el trofeo del ganador. La bendita excepción es The Times. Su foto ocupa en realidad, portada y contraportada. Y en ella, al tenista escocés hay que buscarle en el ángulo derecho, bajando de la grada mientras el estadio en pie se rinde a sus pies, a sus manos y a su raqueta. Una foto espectacular, un titular sencillo, The History Boy, que ni siquiera necesita poner el nombre del protagonista. ¿Para qué? ¿Acaso hay alguien que el lunes por la mañana en Gran Bretaña no sepa de quién están hablando?

En definitiva, una primera página adaptada a los tiempos que corren, donde la prensa escrita está obligada a contar algo más que lo obvio, que lo visto por televisión o en internet 24 horas antes. O al menos, contarlo de una manera distinta. Como hace hoy The Times en este portadón.

The Times

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La Portada del Día: Brutalidades

Más allá de que se considere una hazaña, una supina tontería o un fenomenal negocio de marketing, Félix Baumgartner fue, con su salto desde la estratósfera, el hombre del domingo. Más aun al coincidir con un domingo sin Liga de Primera.

Cabía esperar entonces que fuera el hombre del lunes en las portadas. Y lo es. Pero sin demasiada gracia. Su figura, a punto de saltar, en el aire o en el momento de tocar tierra, ilustra muchas de las aperturas de los periódicos españoles. Sin embargo, exceptuando tal vez al ABC. nadie supo sacarle jugo a la idea como para redondear una portada que se prestaba para ser memorable.

Por eso, me fui de paseo por Europa. Y aunque tampoco la vea como la octava maravilla, creo que el británico The Independent es el diario que mejor partido le saca a la «locura» del paracaidista austríaco. Por el espacio que le da a la foto, y porque de alguna manera la relaciona con el restante titular de la página -algo que nadie hace en España-.

El adjetivo «brutal», aunque aplicado a los recortes que hundieron el tren de la Costa Oeste, no fue elegido por casualidad, y sirve también para calificar lo hecho por el amigo Baumgartner.

Esto no significa que siempre lo de afuera sea mejor. Pero hoy sí.

El Editorial del Domingo

OLA (MUNDIAL) DE ASALTOS

Si hay un tema recurrente al que suelen referirse los medios de comunicación de medio mundo es el de la seguridad. Pocas cuestiones resultan más sensibles para alterar el ánimo popular que apelar al miedo que cualquier persona siente al imaginarse atacada, robada, asesinada, o la forma que se elija de invasión de la privacidad. Por eso se ha convertido en un arma utilizada urbi et orbi. En nombre de la seguridad, y en aras de mantener el status quo a cualquier precio, se dictan leyes represivas de todo tipo, color y tamaño, que atacan desde lo intelectual (Estados Unidos, con toda su aura de libertad, puede dar cátedra en ese aspecto) hasta lo físico. Pero también se actúa con contundencia, por lo general para proteger a los más poderosos. Y en una variante más sofisticada, es la herramienta preferida para atacar a gobiernos que, según sus opositores, no emplean la suficiente “mano dura” para defender sus intereses, o la emplean de manera selectiva. Funciona así. No hay poder más inmovilizador que la creación de miedo.

Toma de la Universidad de Chile esta semana.

En ese sentido, hablar de “ola de asaltos”, la forma más elemental y socorrida de esparcir temores, ya casi no sorprende a nadie. Basta con poner esas tres palabras en Google para que aparezcan noticias desde España a la Argentina pasando casi por todos los países hispanoparlantes (no hice la prueba en inglés, pero tampoco será muy diferente). Tampoco resulta del todo llamativo lo ocurrido en esta semana, pero entiendo que sí merece una reflexión. Porque en estos días precedentes hemos asistido a una auténtica ola mundial de asaltos de diversas modalidades y calado. Hagamos repaso. En Chile, la policía entró con inusitada violencia a tres colegios tomados por estudiantes que luchan desde hace algo más de un año por una educación pública y gratuita, en lugar de la privada y de pago que fomenta el Gobierno de Sebastián Piñera. En Sudáfrica, la policía mató a más de 35 trabajadores que ocupaban una mina de platino de propiedad británica, en protesta por sus condiciones salariales. En Londres, las autoridades amenazaron –aunque por ahora no lo hicieron- con asaltar la Embajada de Ecuador para sacar de allí a Julian Assange, el fundador de Wikileaks, y poder extraditarlo a Suecia.

Las integrantes del grupo Pussy Riot.

En Rusia, las integrantes del grupo musical punkie Pussy Riot fueron condenadas a una desproporcionadísima pena de dos años de cárcel por cantar en una iglesia; y la fiesta del Orgullo Gay –o cualquier otra manifestación homosexual- fue prohibida hasta el año 2112 (sinceramente, cuesta entender por qué decidieron autorizarla ese año). Y en Alemania, el Tribunal Constitucional autorizó al Ejército a actuar dentro de su territorio “contra posibles amenazas terroristas”. Cabe recordar que desde la caída de los nazis, los militares alemanes tenían expresamente prohibida toda intervención contra la población civil.

Entiendo que a primera vista puedan parecer hechos inconexos y poco relacionados entre sí, pero en los tiempos de la globalización el “efecto mariposa” es mucho más habitual de lo que nos imaginamos. De acuerdo en que su coincidencia en la misma semana puede resultar casual, pero también es cierto que existe un evidente hilo común en todos estos casos: los asaltos los perpetra el Poder, porque es el Poder, o el Sistema, o como queramos llamarle, el que se siente amenazado. Por aquellos que protestan o reclaman, por los que difunden datos confidenciales, por los homosexuales, los ateos y hasta por lo que pudiera pasar. No olvidemos, por poner un ejemplo local, que en España ha quedado pendiente de sanción para la próxima legislatura una reforma del Código Penal que castigará con cárcel la difusión o promoción de manifestaciones en las redes sociales, o la resistencia pasiva a la Autoridad, entre otras medidas de endurecimiento a favor de la “seguridad”.

Es notable cómo, de manera sigilosa y casi imperceptible, el mundo va avanzando hacia un megaestado tipo Matrix. Ocurre a nivel económico, con la cesión de autoridad y soberanía desde los países a superestructuras alejadas de todo control popular, es decir, antidemocráticas, como es el caso del BCE en Europa. Y también pasa con este tipo de medidas y acciones, que podrán ser independientes entre sí, pero que no diferirían demasiado de las que dictaría un único Gobierno mundial, si tal cosa existiese en el futuro.

Pensar que aquí los medios de comunicación masivos montan la de Dios porque Sánchez Gordillo roba cuatro carros de comida de un supermercado. Claro que es lógico, ellos también forman parte del Sistema. Ellos también participan en la ola de asaltos.

Solo que los suyos son asaltos de verdad.