Carta abierta a Javier Cantero, presidente de Independiente

Javier Cantero

Javier Cantero

Estimado Javier:

No nos conocemos, y es una pena, porque estoy seguro que nos llevaríamos bien. Porque tenemos unas cuantas cosas en común: compartimos generación, somos hinchas de la misma camiseta, tuvimos el mismo ídolo… Y, estoy convencido, que también perseguimos la misma ilusión: lograr que Independiente vuelva a ser el que conocimos, el que nos cautivaba con su fútbol, el que peleaba –y ganaba- títulos y copas casi todos los años, el que nos llenaba de orgullo como modelo de club. Vos desde tu puesto de Presidente de la entidad. Yo, desde mi anónima situación de sufriente hincha a la distancia, con un océano de por medio.

Te escribo porque hoy, también con seguridad, sé que compartimos la misma desazón e idéntica amargura. Nuestro querido Independiente se va a la B. Y vos, que has demostrado ser una persona inteligente, sabés igual que yo, que lo veo favorecido por la frialdad de la distancia, que esto no tiene remedio, por más que las matemáticas todavía digan otra cosa.

Por eso se me ocurrió escribirte esta carta. Porque creo que es el día. En realidad, ya lo era hace una o dos semanas, pero ya no se puede esperar más. Creo que no es bueno para el club esperar más. Creo que llegó el momento de asumir la realidad con toda su crudeza, única manera de afrontarla y empezar a torcerla si, como es el caso, nos duele y nos apena tanto.

Antes de seguir me gustaría aclararte que apoyo tu gestión. Que me alegré por tu triunfo en las elecciones, que por supuesto sostengo tu campaña por quitar a los violentos de las tribunas y de la vida institucional, que me alegra que seas vos y no cualquier otro de los rondan la política del club quien esté a cargo de la nave en este momento. Porque te creo honesto, recto y con buena voluntad. Aunque esto no signifique que no hayas podido cometer algunos errores. Los cometemos todos, en muchos actos de nuestras vidas, ¿cómo no aceptárselos a una persona que accedió a un lugar dificilísimo en el peor de los momentos y con la mayor de las presiones?

Pero no quiero hacer hincapié en los fallos que, en mi modesto criterio, se pudieron cometer en este tiempo de tu gestión. Sino en mirar hacia el futuro y corregir los que se puedan, o al menos no repetirlos.

El primer paso en ese sentido sería esa aceptación de la realidad. Ya está Javier, ya somos un club de la B Nacional. Aceptémoslo, porque cuanto antes lo aceptemos antes podremos empezar a reconstruir el club y el futuro. En realidad, Independiente es un club de la B desde antes que vos asumieras. Un club descendido en lo económico, en lo futbolístico y en lo moral (por el dominio de la barra brava), “gracias” a los desastres cometidos en las dos décadas anteriores por unos dirigentes que, espero, encuentres la manera de llevar ante la Justicia. Jugar a partir de septiembre en Segunda no será más que acomodar la categoría a una realidad institucional que se viene arrastrando desde hace mucho.

Américo Gallego

Américo Gallego

¿Cómo se podría empezar mañana mismo a trabajar para el futuro? Sugiero algunas decisiones, nada fáciles, pero que poca gente estará capacitada en discutirte de acuerdo a lo visto. La primera es volver a hablar con el Tolo Gallego, e intentar de que vuelva a insinuar la posibilidad de renunciar. En ese caso, y siempre que eso signifique no llevarse más dinero del club, por favor, aceptale la dimisión antes que termine de insinuarla. Dale las gracias y a otra cosa.

El paso siguiente es reunir a los jugadores mayores de 30 años, poner a un lado a Hilario, Tula, Vargas y Montenegro y preguntarles si están dispuestos a seguir hasta el final, y decirles tranquilamente a todos los demás (Tuzzio, Ferreyra, Morel, Farías, Leguizamón, Santana, Battión…) que se pueden tomar vacaciones hasta junio. Que se les pagará lo que tengan que cobrar, que pueden ir a correr a Villa Dominico si quieren, pero que ya está, que ya han demostrado lo que son capaces de hacer por este club. Que muchas gracias, pero los diez partidos que faltan los perderemos o empataremos sin ellos, porque nadie notará sus ausencias.

Entonces será el momento de explicarle la situación a Ariel Wiktor (o de pedirle disculpas a Christian Díaz) y decirle que tiene 10 partidos para foguear a los pibes que van punteros en la Reserva, reforzados con Tula, Vargas, Montenegro (si aceptan continuar), Fredes, Velázquez o Mancuello. Y ver con quiénes se podrá contar para pelear el ascenso el año que viene.

A continuación, se trata de explicarle esto al hincha a través de la prensa. Y contarle lo que pasa desde hace años en Independiente. Que los jugadores que llegan lo hacen porque no tienen ninguna oferta mejor, pero que hemos dejado de ser un club atractivo, y también por qué. Que por eso se caen transferencias y hay que recurrir siempre a los planes B o C… de Caicedo, por ejemplo. Que si queremos volver a ser grandes hay que empezar de vuelta, en la A, la B o donde sea, y que es mejor hacerlo ya que seguir esperando. Que en realidad fue un error no empezar la tarea antes, y asumir el fallo de traer a toda esta gente –Gallego incluido- a la cual “nuestro” descenso les importa muy relativamente. Y pedir por favor que nadie presione ni se la agarre con los pibes, explicar que ellos tienen en sus manos el futuro del club, la capacidad de sacar o no a Independiente del hoyo en el que está metido. Porque lo que no se puede es caer dentro de tres meses en la tentación de traer a otros nueve “mercenarios” para armar un equipo nuevo con la ilusión de que van a rendir como si fueran el Barcelona, en la A o en la B.

¿Que esto significa asumir el descenso antes de que se produzca? Sí. O no. Quizás los pibes nos sorprendan y sean capaces de ganar 5 o 6 de los partidos que quedan y se pueda pelear algo. Lo que es absolutamente seguro es que los Morel, Ferreyra, Zapata y compañía no los ganarán. Ni estarán en el club el año que viene. Nos dejarán en la B y se irán tranquilamente de vacaciones. Entonces hay que cortar, y en este caso, por lo enfermo, no por lo sano.

Ya sé que mis sugerencias son atrevidas y arriesgadas. Pero te creo sinceramente capacitado para tomar este tipo de decisiones. Ojalá que puedas leer esta carta, escrita de buena fe y con el exclusivo interés de volver a ver un Independiente fuerte, pujante y feliz. Y ojalá que al menos pienses en estas posibilidades que te planteo.

Creo sinceramente que el hincha de Independiente que tenga un mínimo de sensatez las entenderá y, con el tiempo, sabrá apreciarlas y agradecerlas.

Muchos ánimos y muchas gracias.

Un abrazo Rojo,

Rodolfo Chisleanschi

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Barras bravas, la planta carnívora que todo lo destruye*

Hace algunos meses, el reportaje Barras Bravas, elaborado por el periodista Jon Sistiaga y emitido por Canal + sacó a la luz en España un fenómeno triste, peligroso y contaminante para cualquier sociedad, nacido en las entrañas del fútbol argentino y esparcido cual bomba de racimo por buena parte de Latinoamérica.

Uno de los protagonistas de ese programa, Richard Pavone, fornido individuo que se autoproclamaba líder de la barra brava de San Telmo, un club del equivalente a la Segunda B española, y disparaba tiros al aire con absoluta impunidad en medio de la calle una tarde cualquiera, acaba de ser detenido por la policía.

Richard Pavone

¿Qué ocurrió? ¿Algún hecho delictivo durante un partido del equipo del que supuestamente es capo de la hinchada? No. Anoche, el partido de Primera División entre Independiente y Belgrano debió ser suspendido antes de iniciarse el segundo tiempo, porque cuando Juan Carlos Olave, arquero de Belgrano, fue a ocupar su sitio frente a la grada donde se ubican los más radicales «hinchas» de los Rojos de Avellaneda, una bomba de estruendo (petardo de gran potencia) cayó a un metro de su humanidad, y varias más le sucedieron. El árbitro optó por no continuar el encuentro.

Javier Cantero, presidente de Independiente desde diciembre pasado, y único dirigente del fútbol argentino embarcado en una pelea desigual y casi quijotesca contra la barra argentina que más poder ha acumulado en los últimos años (su líder, Bebote, encabezó una operación monitoreada desde las cercanías del Gobierno nacional para llevar hinchas al Mundial de Sudáfrica 2010), pidió «presos» por lo ocurrido.

Y esta tarde, la Policía, que había sido avisada desde el propio club de que algo podía suceder anoche pero no hizo nada para prevenir la violencia, actuó contra Pavone, trabajador de la Municipalidad (Ayuntamiento) de Avellaneda, e hincha «doble» de San Telmo e Independiente. Pavone, aseguran, controlaba con un handy desde fuera del estadio el accionar de los portadores de las bombas. En su charla con Jon Sistiaga, Pavone explicaba exactamente cuál era el modus operandi «para obligar a suspender un partido y boicotear a los dirigentes de un club». Que fue exactamente lo que ocurrió durante el Independiente-Belgrano.

Las barras bravas son una lacra ya añeja en la Argentina. Sostenidas desde las cúpulas dirigenciales de los clubes y con profundas infiltraciones en la Policía, los Ayuntamientos y los ámbitos políticos en general, son una fuente de negocios para sus componentes y, sobre todo, de poder para quienes las integran y quienes las «bancan», dotándolas de fondos económicos, trabajos bien remunerados e impunidad policial y judicial.

Lo curioso del caso es que su crecimiento dentro de la estructura de un club suele llevar aparejado el desastre interno de la institución. Su presencia contamina e infecta cada célula de la entidad, en lo social, lo económico y lo deportivo. Pero una y otra vez, directivos que quieren controlar a la oposición u opositores que quieren acceder al poder recurren a «los barras» como órganos de difusión o de protección, y de esta manera se convierten en sus rehenes. La consecuencia de su accionar es casi lineal: a mayor poder de los violentos, mayor caos institucional. El paso siguiente es el descenso de categoría, algo más notable en los clubes «grandes», donde el pastel a repartir es más suculento; las peleas, más feroces y las caídas, más violentas.

Ya tenía una barra brava agresiva y peligrosa Racing cuando cayó a Segunda en 1983; la tiene Rosario Central, que lleva tres años en esa categoría; y también Huracán y Nueva Chicago, clubes más barriales pero de honda tradición y seguimiento masivo, que penan en medio de quiebras judiciales y falta de dinero, producto de pésimas gestiones. En todos los casos, las estrechas relaciones entre barras bravas y dirigentes corruptos profundizaron la caída, ya que la sola percepción de que estos individuos dominan un club echa a los socios e hinchas normales, espanta a jugadores y entrenadores, aleja a los patrocinadores y, en definitiva, vacía las arcas.

Aunque ninguna situación generó más estruendo que la vivida por River Plate, uno de los dos clubes más grandes del país, descendido hace dos temporadas, después de fomentar un vínculo exageradamente íntimo entre los capos de Los Borrachos del Tablón y la anterior directiva del club.

Independiente, uno de los dos únicos equipos argentinos que jamás descendieron a Segunda (el otro es Boca Juniors), es el siguiente. Sus pasos son casi calcados a los de River. Durante años, sucesivas dirigencias cultivaron con mimo la planta carnívora de los barras bravas y ahora no sabe cómo arrancarla.

Javier Cantero, presidente de Independiente

La única diferencia con respecto a River y demás clubes, la última tabla de salvación se llama Javier Cantero, el Quijote dispuesto a rescatar a su club, y a casi de todo el fútbol argentino, de una descomposición que lleva años de desarrollo.

Ojalá llegue a tiempo, pero su tarea no es sencilla. Delante no tiene molinos gigantes, sino asesinos como Richard Pavone, y toda una estructura mafiosa que lo ampara.

* Escribo esto como futbolero, como argentino y como apenado y dolido hincha de Independiente. Me encantaría, dentro de un tiempo, contar cómo Cantero logró expulsar a la barra brava y reconstruir un club económicamente en quiebra. Y no me importa en lo más mínimo si en ese proceso, y en aras de un futuro más sano, hay que pasar por la Segunda División. Me encantaría ser optimista. Pero la verdad, no puedo…