El Editorial: ¿Más alto? ¿Más lejos? ¿Más fuerte?

Foto: EFE

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Más allá del nivel de las habituales turbulencias que suelen sacudir los aviones que realizan el itinerario Buenos Aires-Madrid, resulta fácil adivinar que el regreso de la muy nutrida representación española que acompañó el fallido intento de ganar la sede olímpica para Madrid en 2020 habrá sido muy poco placentero.

Allí, en esos asientos, con seguridad se acumulaban un sinfín de sueños rotos que, por una vez, socializaban la desolación, sin distinguir entre Primera, Business o clase Turista. Porque en esta ocasión no se puede hablar de la frustración de una derrota seudodeportiva, como las vividas en las elecciones para los Juegos de 2012 y 2016. Esta vez, el golpe es mucho más fuerte y la herida, mucho más profunda. Porque esta vez, todos esos viajeros no querían los Juegos, los necesitaban como un salvoconducto para atravesar la tormenta.

Allí, sin dudas, vendrían atletas y dirigentes de todos esos deportes de los que solo nos acordamos cada cuatro años, de los que no congregan multitudes, de los que no recaudan (ni gastan) millones de euros cada temporada para fichar Bales, Neymares y semejantes. Los deportes que viven del esfuerzo silencioso y cotidiano de sus practicantes, y que sobreviven de becas, subvenciones y de los menguantes aportes privados que han permitido, desde Barcelona ’92 hasta la fecha, que España se codeara con los mejores del planeta en casi todas las disciplinas. Para ellos, Madrid 2020 era la tabla de salvación para esquivar más recortes de unos presupuestos ya casi testimoniales, para cautivar a los patrocinadores, para sostener las ayudas públicas. A partir de mañana, muchos de ellos -atletas, entrenadores, preparadores físicos, médicos, fisioterapeutas- tendrán que pensar en reedificar su futuro. Porque el deporte español ya no es ni será el mismo por mucho, mucho tiempo.

Felipe BorbónEn su aeronave, también el príncipe Felipe rumiaría su desilusión. No sería justo responsabilizarle de la estrepitosa caída de Madrid en la primera votación. De hecho, su discurso fue, por lejos, el mejor de la presentación realizada en Buenos Aires, y no solo por su demostración de conocimiento de idiomas (para quien no lo haya visto, habó en francés, español e inglés), sino porque fue quien mejor entendió aquello de remover emociones, de llegar al corazón, de apelar al sentimiento. Y además lo hizo bien, en su exacta medida, sin sensiblerías baratas ni exaltaciones infanto-adolescentes. Pero aun así, el resultado le salpica.

Porque para Felipe, el «eterno» sucesor al trono, conseguir estos Juegos hubiera significado una reivindicación personal. Sin un 23-F a mano, al menos le habría valido para ganarse el corazón de muchos, y recuperar buena parte del crédito que su familia ha perdido en estos últimos años de corrupciones, cacerías, adulterios y escándalos variados. Por eso puso lo mejor de sí mismo. Incluso recibió la «caricia» de la pregunta de su colega monegasco, el príncipe Alberto, que casi fue un centro para rematar a placer. Y ni por esas. No se sabe si los representantes del COI veían la imagen de Urdangarín mientras le escuchaban, pero lo cierto es que Felipe, mal que le pese, regresa de Buenos Aires sin nada que enseñar.

En el avión, claro, también volvieron nuestros políticos. Ignacio González tal vez viniese pensando qué le contaría a la gente de Eurovegas, ansiosos como estaban de acelerar en 2020 la amortización de su megacomplejo del vicio. Ana Botella, si la neurona que tiene en funcionamiento y que cada día cuesta más descubrir se lo permite, quizás caiga en la cuenta que ya no le queda ninguna bala en la recámara para evitar que la posteridad la recuerde como la más patética regidora en la historia contemporánea de Madrid.

¿Y Mariano Rajoy? ¿Qué mascullaría durante las doce horas de vuelo nuestro inefable presidente del Gobierno? ¿Se habrá percatado que su discurso triunfalista flaquea en cuanto cruza las fronteras? ¿Habrá percibido que sus números solo sirven para confortar al coro de portavoces de comunicadores amigos, y a los gendarmes de la Troika que le sostienen por su propia conveniencia?

Rajoy, durante su discurso ante el COI. Foto: Xinhua

Rajoy, durante su discurso ante el COI. Foto: Xinhua

Ayer, en Buenos Aires, Rajoy expuso lo peor de sí mismo. Fue, con diferencia, el menos convincente de los oradores, el más frío, el más lejano. Subió al estrado para «hablar de su libro» y tiró sobre la cabeza de los delegados del COI, y sobre el resto del mundo, unas cifras que no hacían más que desnudar la triste realidad española. Habló del crecimiento de las exportaciones y del turismo como grandes logros de gestión de su Gobierno, como si sus oyentes fueras absolutos ignorantes de la macroeconomía. Como si no supieran que un súbito aumento en estos apartados no puede deberse ni a una mayor capacidad de producción, tecnología, innovación o servicios, sino que es el resultado de una brusca devaluación interna, de un brutal abaratamiento de costes. Traducido a idioma coloquial, Rajoy vino a decir en Buenos Aires -justo en Buenos Aires, donde de esto saben un montón- que en España exportamos más y vienen más turistas porque valemos menos, porque el país y cada uno de nuestros habitantes somos más pobres. Entonces pidió que le tirasen el salvavidas de los Juegos. Le faltó decir que peor sería robar. Pero claro, teniendo en cuenta el caso Bárcenas y otros muchos, es lógico que al menos haya tenido el tino de callarse.

Rajoy vuelve a casa mucho peor de lo que se fue. Con otro mamporro sobre su ya achacosa espalda, para enfrentar un panorama que invita al desaliento, y sin siquiera la opción de recurrir a los valores olímpicos para solventarlo. Porque a ver quién es el valiente que le impulsa a ir «más alto, más lejos y más fuerte» después del cachetazo de ayer.

P. D.: No me gustaría terminar este texto sin dedicar un párrafo a los que vivimos esta elección olímpica desde casa. Porque se presta, sin duda, a un interesante análisis sociológico. Hasta hace diez días, muy poca gente recordaba que Madrid estaba a las puertas de esta elección como sede olímpica. Pero en ese breve lapso, el apabullante bombardeo mediático, impulsado básicamente por TVE y la casi totalidad de la prensa escrita madrileña, logró que buena parte de la población de la capital (y de buena parte de España) se subiera al carro del triunfalismo. Y en este punto da igual el resultado de la elección. El hecho es comprobar, una vez más, qué fácil es manipular la «opinión pública» según el interés que se persiga. No deja de ser una buena noticia. Quizás algún día, desde TVE y los medios escritos se pueda impulsar una revolución. ¿Que es una utopía? Bueno, los que venían en el avión también soñaban con unos Juegos Olímpicos en Madrid…

 

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El Telegrama de la Mañana: Operación Salida

MRajoyParece que, por fin, habemus fecha para la comparecencia «a petición propia» de Mariano Rajoy en el Congreso. Stop. Ahí intentará explicar algo del «caso Bárcenas». O al menos eso se supone, después de su hiperbólica respuesta de ayer al periodista rumano que le preguntó lo que los españoles o no se atreven o no les dejan,  Stop. Será el 1º de agosto, a las 9 de la mañana. Stop. Fecha y hora curiosas. Momento en que las carreteras, aeropuertos y estaciones de tren y autobús están llenos de gente que comienza sus vacaciones. Stop. ¿O será que el Presidente del Gobierno también está pensando en la Operación Salida?