Crónicas sudamericanas: Toque de queda en Sao Paulo

VIOLENCIA NÃO TEM FIN
Estado de guerra virtual entre la Policía y el PCC, principal grupo paulista del crimen organizado

En las últimas semanas, la ciudad de São Paulo vive un virtual toque de queda. Nadie lo ha declarado, pero cuando cae el día las calles de la mayor megalópolis brasileña (20 millones de habitantes) se vacían hasta parecer desérticas. Y esta vez no es porque estén emitiendo un culebrón exitoso o se estén disputando las finales de algún campeonato de fútbol. La decisión de los paulistas de refugiarse en sus casas es por seguridad, porque con la noche comienza lo que ya es una guerra no declarada entre el Primer Comando de la Capital (PCC), el mayor grupo paulista del crimen organizado, y la Policía del Estado.

Mientras buena parte de los brasileños se preocupan por saber cómo hará su Selección Nacional para ganar el próximo Mundial de fútbol de 2014, que lo tiene como país organizador, el Gobierno enfrenta un desafío más acuciante y más grave: frenar la espiral de violencia en la ciudad que será sede del partido inaugural dentro de poco más de un año y medio.

El PCC ordenó hace un tiempo a sus seguidores matar a un policía por cada capo narco que caiga preso; y a dos, en el caso de que este muera en el momento de su detención. Las autoridades no tienen una idea cierta de cuántos seguidores tiene el PCC –se dice que entre 1.500 y 20.000-,  pero de lo que sí tienen idea y realidad es de que no dejan de actuar. En lo que va de 2012, los policías asesinados ya alcanzan el centenar (un 57% más que en 2011), a los que se debe sumar más de 50 civiles.

Las acciones se gestionan desde la cárcel, activando al agresor desde un teléfono móvil, y los ejecutantes suelen ser delincuentes que están en deuda con alguno de estos capos. No es de extrañar, porque el Primer Comando de la Capital fue fundado en un presidio, la Casa Custodia de Taubate, en agosto de 1993. Su creación tuvo como fin luchar contra la opresión dentro del sistema penitenciario tras la matanza de 111 presos ocurrida en la cárcel de Carandirú el 2 de octubre de 1992.

Hoy, el PCC supera en poder de fuego y capacidad de tráfico de drogas al Comando Vermelho, el grupo que controla la distribución de estupefacientes en Río de Janeiro. Se trata de una organización que funciona como una sociedad muy cerrada y con un estatuto muy riguroso. Cuando están presos, los socios deben pagar una cuota de 50 reales (40 euros) por mes, y cuando están en libertad la cifra asciende a 500 reales. La mensualidad es una especie de seguro del crimen, y con ese dinero se garantiza protección, contactos y hasta un eventual rescate de alguna prisión.

La guerra actual, que ha obligado al cambio de hábitos a la población paulista, tuvo un primer antecedente en 2006, cuando las autoridades dispusieron el traslado de Marcola (jefe indiscutido del PCC) y otros cabecillas a una cárcel de máxima seguridad en el interior del Estado. Como respuesta, el PCC lanzó 251 ataques con utilización de granadas, bombas molotov y armas largas, motivó la rebelión de presos en 73 cárceles y quemó 91 autobuses urbanos, 51 pertenecientes a la ciudad de São Paulo y el resto al ABC paulista, la principal región industrial de la periferia. El saldo de aquel primer gran enfrentamiento fue de 150 muertos.

Dilma Rousseff, presidenta de Brasil

La situación es en estos momentos tan grave que la Presidenta brasileña Dilma Rousseff y el gobernador de São Paulo, Geraldo Alckmin, se han reunido para coordinar un plan de contingencia, ya que se sospecha que el PCC esté dando asilo a jefes narcos del Comando Vermelho, expulsados de las favelas de Río de Janeiro. Rousseff ofreció enviar al ejército para apoyar a la Policía del Estado y trasladar a los principales cabecillas del PCC a cárceles federales de máxima seguridad, pero lo ocurrido en 2006 hace dudar sobre la eficacia de la medida.

La solución no será fácil de encontrar. A su lado, hasta que el Seleccionado brasileño se corone campeón del próximo Mundial de fútbol parece más sencillo…

Jorge Ricci

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