La entrevista del lunes: Paul Watson

“Cuando lleguemos a 9.000 millones de personas en el planeta, todo comenzará a descomponerse”

EL LLANERO SOLITARIO DE LOS MARES

Paul Watson, capitán del Sea Shepherd

Con la barba y el cabello absolutamente canos, la sonrisa ancha y el verbo ágil, Paul Watson (Toronto, 1950) podría pasar por un abuelo dicharachero, encantado de contar batallitas a sus nietos. Pero no es el caso. Su vida ha sido y sigue siendo una guerra, con combates de verdad y un objetivo muy concreto: la salvación de las grandes especies marinas, y con ellas, de los propios océanos. Porque Watson es el líder de Sea Shepherd, la organización ecológica más beligerante del mundo. Nada de pancartas y globos para llamar la atención. Lo suyo es la acción directa, desde interceptar barcos balleneros en alta mar, hasta directamente sabotear sus bodegas o hundirlos en puertos de Noruega, Islandia o Portugal. Pero esta especie de Llanero Solitario de los océanos tiene muchas más cosas que decir sobre el futuro de la humanidad y de un planeta al que augura larga vida… pero sin nosotros.

La sensación es la de estar frente a una especie de Che Guevara de la ecología… Yo no me siento así. El problema es que en este trabajo no existe la jubilación. He empezado esta lucha cuando tenía diez años y no hay manera de retirarse de ella.

¿La gente le entiende o le ve como un “bicho raro”? No me importa en lo más mínimo lo que puedan pensar los demás. Lo que hago no es para la gente sino para los animales marinos. Es hacia ellos a quienes van dirigidos mis esfuerzos.

¿Y en qué etapa de su largo viaje se encuentra? En una situación muy seria. El 90% de las grandes especies corren peligro de desaparición, y los caladeros de pesca comercial se están agotando en todo el mundo.

Es decir, que estamos peor que cuando usted empezó, a principios de los 70, ¿por qué hemos llegado a este punto? Porque a medida que crece la población hay más presión sobre los recursos marinos, que se encuentran en una situación de estrés muy apremiante. Si los 7.000 millones de habitantes de la Tierra comiéramos pescado, acabaríamos con ellos en una semana.

Pero entonces tendrá que aceptar que su mensaje no ha encontrado el eco suficiente. ¿Qué falla para que no se sumen más personas a estas luchas? Históricamente, siempre ha sido un problema sumar gente para estas causas. Por eso nosotros ponemos especial énfasis en trabajar con surfistas, buceadores, dueños de embarcaciones… Es decir, personas que están en contacto directo con el medio marino, más sensibles al tema que el habitante medio de una ciudad. Por suerte, después de veinte años asistiendo a ferias de buceadores y surfistas sí puedo apreciar el incremento en el conocimiento, la concienciación e incluso el activismo sobre estas cuestiones.

¿También en compartir su filosofía de lucha? Es verdad que no mucha gente comparte la manera de hacer las cosas de Sea Shepherd, pero hay muchas formas de enfrentarse a estos problemas. A través de la educación, la legislación, la información…

Acláreme por favor una cosa: ¿qué hace exactamente su organización? Nuestro foco está en tratar de ponerles freno a los pescadores furtivos. Intervenimos básicamente donde hay pesca o balleneo ilegal. Después, hay muchos otros enfoques y planteamientos; y mucha gente trabajando en el tema.

¿La batalla es realmente tan complicada como parece? Imagínese. Nos enfrentamos a obstáculos políticos y económicos. De hecho, el problema principal son los políticos que protegen actividades ilegales porque allí hay dinero que conseguir.

En octubre de 1969, cuando todavía no era capitán, Paul Watson fue uno de los fundadores de Greenpeace. Allí comenzó su batalla. Seis años después, junto a Robert Hunter, interpusieron su zodiac entre un grupo de cachalotes y un ballenero soviético. Ese día vio morir en primer plano a un integrante de la manada que había sido arponeado. De hecho, el cachalote estuvo a punto de caer encima de la lancha y arrastrarla al fondo del mar: “Pero nos miró, y de alguna manera nos hizo saber que entendía lo que estábamos haciendo. Entonces giró para evitarnos y se hundió para morir. Esa mirada cambió mi vida”.

¿Ha tenido alguna otra experiencia semejante? Con una ballena agonizante no, porque desde entonces no ha muerto ninguna delante de mí. Yo dejé Greenpeace en 1977 porque estaba harto de estar sujetando una pancarta mientras veía cómo las ballenas se morían. Hoy, cuando nosotros aparecemos, los pescadores furtivos huyen, no cazan más. Con nuestra presencia ya alcanza para salvarlas.

¿Y cómo lo consiguen sin dañar a otras personas? Tenemos mucho cuidado en ese sentido. En nuestras misiones es muy importante la estrategia. Usamos métodos que no lastiman a la gente, como bombas fétidas, por ejemplo. En Sea Shepherd tenemos dos normas básicas: no se hace daño a nadie y no se infringe ninguna ley.

Sin embargo, han tenido juicios, les persiguen, les han encarcelado… Pero nunca hemos perdido ninguno. No importa la cantidad de veces que te detengan, lo importante es si te condenan. Y eso no ha ocurrido.

¿Hay otras organizaciones que sigan la línea de acción de Sea Shepherd? Que hagan exactamente lo mismo no, pero sí coincidimos en algunas cuestiones y solemos apoyarnos de manera puntual para realizar determinadas acciones.

¿Y en tierra firme? Solo hay algunos grupos en África que trabajan contra los cazadores furtivos.

Paul Watson responde de manera directa, sin dudar ni andarse por las ramas. Con la seguridad de alguien que tiene las convicciones muy arraigadas, las ideas muy firmes y los conocimientos tan amplios como para abordar cualquier tema.

Está usted en España, un país con una importante flota pesquera… Sí, una de las flotas más grandes y destructivas del mundo. Pero al mismo tiempo me he encontrado aquí con gente que tiene mucha conciencia sobre la conservación de especies.

¿Incluso dentro de la industria? No, allí no. Habría que entender que la propia ocupación de pescador, el oficio en sí mismo, tiene una capacidad potencial de acabar con la vida en la Tierra, porque provoca una destrucción del espacio marino. Y si los océanos mueren, morirá el planeta.

¿Se refiere también al pescador artesanal? La pesca tradicional es insignificante, no alcanza al 1% de toda la pesca mundial. El problema está en la tecnología industrial: el arrastre, el palangre, los cercos atuneros… Ahí los peces no tienen ninguna oportunidad. Existe una empresa que fabrica aparatos tipo GPS para encontrar bancos de peces cuyo lema es: “Los peces pueden correr pero no esconderse”. Es decir, que presumen de cómo pueden rastrear y capturar cualquier pez.

Pero usted habla de acabar directamente con la actividad. Mire, la gente de las comunidades pesqueras pide que se les entienda, pero yo he crecido en una de esas comunidades, les conozco, y sé lo destructores que pueden ser. Por eso no les trato con ningún romanticismo.

Entendido, suspendemos la pesca. ¿Qué más se puede hacer? En los campos de la economía o de la política, no importa lo que se haga porque las corporaciones siempre van a conseguir lo que quieren. Pueden lograr incluso que los países entren en guerras si eso favorece sus intereses.

¿Y cómo combatimos a las corporaciones? ¡Con una revolución! ¡Ja, ja, ja! Solo sé que es imposible encontrar soluciones a través de la política. Yo voté por Obama en las últimas elecciones. Él prometió esto, esto y lo otro; y no ha hecho nada. En algunos temas es incluso peor que George W. Bush. En definitiva, llegas a creer que en Estados Unidos hay dos partidos: los “republicratas” y los “democranos”, porque en el fondo son lo mismo. Tú piensas que tienes elección, pero no es así.

¿Qué mundo imagina de aquí a, pongamos, cien años?

El mundo de 2112 se va a parecer más al mundo de 1812 que al actual. Porque se habrá acabado el petróleo, y volveremos a los molinos, los caballos y los barcos de vela. Es la ley de los recursos finitos. Hay un límite para el petróleo, pero también lo hay para las “tierras raras”, los minerales que se utilizan en la fabricación de ordenadores, móviles y demás elementos de la tecnología más avanzada.

¿Qué papel debería adoptar la humanidad en esta transición de cien años?

Hay que buscar una forma de reducir la natalidad, de disminuir el crecimiento de la población. Ahora mismo, en algunos países, se está pagando para tener bebés. En Australia pagan hasta 10.000 dólares por nacimiento. Estamos fomentando el crecimiento en lugar del decrecimiento. En 1972, el punto principal de la agenda del Congreso de la ONU en Estocolmo fue el crecimiento demográfico, porque estaba reconocido como el desafío más importante al que había que enfrentarse. En 1992, durante la Conferencia de Río de Janeiro, el tema ni siquiera figuró en el orden del día, había desaparecido.

¿Cuáles son sus previsiones? El cálculo es que en 2050 se alcance el techo de 9.000 millones de personas en el planeta. Y usted se preguntará por qué esa cifra y no ninguna más alta. La razón es que a partir de allí todo comenzará a descomponerse y las muertes superarán a los nacimientos, porque no habrá una base de recursos para mantener a tanta gente.

Iba a preguntarle si es optimista acerca del futuro, pero ya no lo sé. Sí que lo soy, porque creo en la ley de la ecología. Yo tengo un pensamiento biocéntrico, no antropocéntrico. La Tierra se protegerá tal como siempre lo ha hecho. Que se vaya a extinguir la especie humana no significa que se destruya la Tierra. En todo caso, sería la sexta extinción masiva que habría en el planeta, y ya tiene un nombre. Se llama Homoceno, porque nosotros seremos los principales responsables. Es decir, que hubo cinco grandes extinciones con anterioridad, la primera hace 250 millones de años, y la última, hace 62,2 millones de años. Recuperarse lleva unos 18-20 millones de años. Si volvemos aquí dentro de un millón de años ni siquiera sabríamos que alguna vez hubo personas. Lleva 250 millones de años dar una vuelta a la Vía Láctea, el sistema al que pertenecemos, y desde la aparición del Homo sapiens sobre la Tierra no hemos avanzado ni una centésima parte del recorrido. Pensamos que es sólo sobre nosotros, pero no es así.

Rodolfo Chisleanschi
(Publicado en la revista Paisajes – Junio 2012)

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