Las Portadas del Día: Avalancha de creatividad

Los editores de periódicos suelen funcionar a piñón fijo, es decir, guardan pocas sorpresas bajo la manga. Así, era de esperar que el último domingo del año se dedicara a partes iguales a hacer balances de lo que pasó y pespectivas de lo que va a pasar. Son temas que se prestan a producciones algo diferentes a la información cotidiana, y que obligan al área artística de los periódicos a desarrollar su creatividad.

La conclusión es que hoy los kioscos españoles -y de buena parte de Europa- están salpicados de aperturas «diferentes» y «originales», lo cual es de agradecer, acostumbrados como estamos a la aburrida letanía de cada jornada. Claro, que no en todos los casos puede decirse que el resultado haya compensado el esfuerzo.

Y como la sección también quiere ser «original», subo aquí varias de estas portadas para que cada cual opine al respecto. Se mezclan en este popurrí el optimismo a ultranza de La Razón, el peloteo de El Periódico de Extremadura, el «Apalabrados» de Ara.cat, el grito reivindicativo del portugués Público y, como excepción temática, el juego de palabras elegido por El Correo Español-El Pueblo Vasco para enlazar el resultado de un partido de fútbol con la expropiación de Iberdrola por el Gobierno boliviano. Personalmente, creo que muy forzado, pero se ve que este fin de semana tocaba ser creativo. Aunque fuese con calzador.

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El Editorial del Domingo

LAS BARBAS DEL VECINO

Ni Pedro Passos Coelho ni Antonio Cavaco Silva lucen barba. Tampoco Yorgos Papandreu, aunque sí bigote. Pero más allá de esas mandíbulas lampiñas, el barbado Mariano Rajoy debería prestar atención a lo que ocurre en sus vecindades, porque el patio no deja de revolverse y estaría mal que le pillara desprevenido si un día se revoluciona del todo.

El significativo paso atrás que dio ayer el Gobierno portugués en su anunciada medida de reducir de manera indirecta el sueldo de todos los trabajadores un 7% (en realidad, lo que pretendía era aumentar ese porcentaje en la aportación a la Seguridad Social) tendría que ser una llamada de atención a este lado de La Raya.

El ciudadano español se ha acostumbrado a una cantinela repetida hasta el hartazgo desde un año a esta parte: “Nosotros no somos Grecia”. Tampoco Portugal, podría añadirse. De hecho, no lo somos, porque mientras que la primera manifestación masiva en las calles obtuvo una reacción inmediata de las autoridades lusas; aquí nadie parece darse por enterado de que las calles, lenta pero progresivamente se van llenando de personas disconformes, y nuestros políticos se aferran al silencio de las mayorías que no asisten a las manifestaciones para justificar la falta de respuestas.

Podrá argumentarse que un millón de personas en nuestro vecino ibérico representa el 10% de la población total, de la misma manera que una cifra semejante en Cataluña –que fue la congregada en la concentración independentista del día 11- supone alrededor del 15% de sus habitantes; y que las marchas de protesta contra reformas y recortes no han reunido a tanta gente. Vale, ok, es verdad. Pero por ahora…

Centrado en su lucha contra el déficit; en negociar las condiciones más blandas para solicitar el rescate o para evitarlo [Aquí es necesario un necesario y aclaratorio paréntesis. El Gobierno lleva semanas hablando con Bruselas y Berlín para satisfacer sus demandas y presiones, y de esa manera, no verse condenado a pagar el coste político de un pedido de rescate. Tal vez lo logre, pero para el españolito medio, el resultado será el mismo: vivirá peor, ya sea que lo determine De Guindos o la Troika. Cierro paréntesis]; en tapar agujeros como la financiación de la energía; o destapar otros, como el aborto o la reforma educativa; en cerrar crisis internas como la provocada por Esperanza Aguirre en Madrid; o en intentar que Artur Mas calme sus ansias de pasar a la Historia catalana, en Moncloa parecen prestar poca atención al aumento del malestar y los movimientos que está provocando.

Por unas u otras razones, desde el 15 de mayo de 2011 los españoles empezaron a sacudirse la pereza participativa y las calles dejaron de ser solo escenario de botellones y terrazas glamourosas.  Pero además, el patio se está revolviendo en otros sentidos.

Gaspar Llamazares

De un lado, se multiplican las llamadas y las iniciativas para provocar una reacción masiva. Desde la Cumbre Social alentada por los sindicatos mayoritarios y apoyada por un sinnúmero de asociaciones muy diversas, al movimiento lanzado ayer por Gaspar Llamazares; y desde Julio Anguita a Federico Mayor Zaragoza, cada día son más las voces que empujan para abandonar definitivamente el ostracismo y hacer frente a la agresión de una crisis que, digámoslo con claridad, es la mayor o al menos una de las mayores estafas de la Historia.

Y por otra parte, se acumulan las protestas. La semana pasada, los transportes públicos causaron los primeros días de dificultades en la movilidad de madrileños y barceloneses. En Alicante hubo huelgas en centros de salud y transportes de escolares. Los jueces de toda España ya anunciaron que solo celebrarán juicios por la mañana y ya se habla de una huelga general en el ámbito de la Justicia. El conflicto minero sigue en pie. Y en casi cada Ayuntamiento o Comunidad Autónoma se suceden las convocatorias a paros totales o parciales, preludio de una nueva e inevitable huelga general a nivel nacional.

¿Cuál es la respuesta del Gobierno? Este jueves, De Guindos anunciará las nuevas reformas pactadas con la UE.

En la acera de enfrente, y 48 horas antes, se desarrollará en Madrid, alrededor del Congreso, la que promete ser la más dura de las manifestaciones celebradas desde las acampadas del año pasado.

Sí, es cierto, España no es Grecia. Los griegos llevan infinitas huelgas generales y manifestaciones sin haber logrado mejorar en nada sus condiciones de vida. Y España tampoco es Portugal, donde el Gobierno escucha y da marcha atrás.

Pero en ambos casos, cabe la coletilla del “por ahora…”. Mientras tanto, haría bien Rajoy en cuidarse la barba.