25S. Estamos rodeados

Y llegó por fin el tan meneado 25S, el día que empezó siendo el de la ocupación del Congreso sin desestimar ningún método y derivó en rodeo amable, como símbolo de una desobediencia civil bastante light. El día de una concentración que casi parece interesarle más al Gobierno para hacer una demostración de fuerza y de un ‘aquí mando yo’, o a los medios que lo sostienen, deseosos de altercados e incidentes que justifiquen el imponente e injustificable despliegue policial y que criminalicen a los movimientos populares; que al grueso de una ciudadanía que hoy mirará lo que ocurra por televisión, y eso en el mejor de los casos.

Llegó el 25S. Esta tarde habrá algunos miles de personas en Madrid tratando de rodear el búnker en que se ha convertido la sede de las Cortes. Pero la sensación que tengo es que los rodeados somos nosotros. Todas y todos. Y no solo por las sucesivas líneas de vallas y los miles de maderos que ocupan las calles de la ciudad, odetienen en las carreteras a los autobuses que están viniendo desde otros puntos del país. Ni siquiera, que también, por un sistema perverso y fraudulento que nos estafa, nos persigue, nos miente, nos degrada y nos empobrece desde todo punto de vista.

Estamos rodeados por el Poder económico que nos maltrata y nos ningunea. Y estamos rodeados por los políticos que en teoría nos representan (aunque en la práctica solo suelen representar al Poder económico), y no solo en España sino en toda Europa. Como los que entregan nuestros datos a las centrales de información de Estados Unidos solo por sobrevolar su espacio aéreo, como desvelaba ayer El País. O los que en Madrid contratan profesores extranjeros sin conocimientos de español para enseñar inglés y “fomentar el bilingüismo”. O los que convierten la identidad en nacionalismo desbocado, sin medir sus consecuencias. Y no me refiero a la posibilidad de independizar uno u otro territorio, que no es lo trascendente, sino en alentar los enfrentamientos y los odios, que una vez puestos a rodar nunca se sabe dónde van a detenerse. Y Europa conoce bastante de este tema.

Pero además, estamos rodeados desde la base, desde la raíz. Estamos rodeados desde la educación, la que recibimos en casa y en las escuelas. Estamos rodeados por la sociedad que hemos ayudado a construir, por activa o por pasiva. Estamos rodeados por nosotros mismos. Por los que son de nuestra misma condición, sufren nuestras mismas desgracias… y a veces sin darse cuenta actúan como si estuvieran en la acera de enfrente.

Estamos rodeados cuando el personal sanitario de un hospital público –desde los médicos al último celador- trata con desgana y escasa idoneidad a los ancianos, desprecia a sus familiares y cuidadores negándoles las explicaciones, demorando la atención o quejándose por tener que cambiar una vía “cuando me faltan cinco minutos para irme”, como si esos cinco minutos no formaran parte de su trabajo. Pero estamos rodeados porque no hay forma de denunciarlo, ni nadie que responda a la queja, porque los mismos a quienes defendemos en las calles para que no les bajen el salario se cubren entre sí, y no hay posibilidades prácticas de sustituir a quienes no quieren o no saben hacer bien su trabajo por gente idónea, con vocación y ganas de transformación. (Y no es una queja en el vacío, es un caso personal vivido en la última semana en el servicio de cirugía del hospital Virgen de la Concha, en Zamora. Y lamentablemente, no es nada excepcional).

Estamos rodeados cuando en Perú a una joven de 18 años le pagan 4.000 euros en un reality de la televisión para que confiese que, en lugar de trabajar en un locutorio, se prostituía, sin importar si eso era cierto o no. Y como consecuencia, su ex novio la secuestra, la viola y la mata, “por no soportar la humillación”.

Estamos rodeados cuando en Querétaro, México, se descubre un brote de intoxicación por talio que no se sabe de dónde procede y ya afecta a más de 15 personas, con una niña fallecida incluida, pero las autoridades informan de un caso aislado mientras piden a los enfermos y a quienes les rodean que por favor no digan nada para que no cunda la alarma. Y todo el mundo acata, porque no hay dónde denunciarlo e impera el miedo.

Estamos rodeados por nuestro afán consumista, nuestra ambición sin límites, nuestra avaricia, nuestra pérdida de sensibilidad, nuestro escaso interés por el planeta en el que vivimos, nuestra falta de respeto por el tiempo, el esfuerzo y el trabajo de los demás, por nuestra carencia de humanidad.

¿Se solucionará algo rodeando el Congreso este 25S? De fondo, evidentemente no. ¿Es inútil entonces tanto esfuerzo organizativo? Tampoco. Es bueno y saludable que algo se mueva. Sin participación ni movimiento, todo seguirá igual o peor.

Pero creí necesario llamar la atención en este día. A quienes asistan a la convocatoria y a quienes estén preparados para reprimirla. A quienes apoyen y a quienes criminalicen. Que quede claro que los rodeados somos nosotros. Unos y otros, unas y otras. Y que mientras no cambiemos desde la raíz, desde el más profundo interior de nosotras y nosotros mismos, dará igual la cantidad de rodeos que demos, siempre seguiremos en el mismo lugar.

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