Un año sin Gobierno (pero también sin oposición)

Celebración de la victoria electoral del PP, hace un año

Hoy, 20N, se cumple un año de la victoria de Mariano Rajoy en las elecciones generales que lo alzaron al poder en su tercer intento, y quién más quién menos ha dedicado algunos párrafos a hacer balance de estos 365 días pasados, forzando un aniversario que no es tal, porque como es obvio, el PP no gobierna desde la noche que ganó en las urnas sino desde casi un mes más tarde.

Los análisis, con todos sus matices, coinciden en enfatizar las muchas deudas pendientes que le quedan por pagar al Ejecutivo de Rajoy, los bruscos cambios de dirección realizados a contramano de lo prometido durante la campaña, el retroceso innegable en materias como derechos sociales y libertades múltiples, y sobre todo, los continuos traspiés económicos, que un año más tarde arrojan un déficit público más pronunciado, una prima de riesgo más alta y una tasa de paro bastante más extendida que la dejada por ZP el día que los votantes castigaron su patético manejo de la crisis.

Ministro Wert

Si nos pusiéramos más escrupulosos y sacáramos punta a las frases del ministro Wert, las absurdas explicaciones del ministro Morenés, los tuits de la ministra Báñez, las ruedas de prensa de la ministra Mato, las incongruencias entre los ministros Montoro y De Guindos, los prolongados silencios del presidente Rajoy… la sensación de “no Gobierno” se haría incluso más evidente de la que muchos analistas internacionales perciben y transmiten cuando tienen que hablar de España. O la que se sobreentiende cuando las medidas económicas se toman en Bruselas o Berlín, y aquí solo se traducen y convierten en leyes o decretos-leyes.

Pero desde el punto de vista democrático, un año después del 20N, tanto o más peligrosa que la existencia de un “no Gobierno” resulta la palpable sensación de “no Oposición”,que reina desde entonces. Porque si en Moncloa viven en una especie de “tensión relajada” se debe a un puro y exclusivo motivo: frente a sí se extiende un erial, un vasto desierto de líderes e ideas que supera cualquier horizonte electoral a mediano plazo.

En pocas palabras: no hay rival a la vista. El PP, salvando las distancias, se siente hoy como si fuese el Real Madrid el día siguiente a que Cataluña se independizara y el Barça dejara de jugar la Liga. Sin nadie que le tosa. Claro que sin la calidad de futbolistas que tiene el club de Chamartín.

El próximo domingo, cuando las urnas catalanas le peguen un nuevo golpe en la nuca al Partido Socialista, se escribirá una línea más en el epitafio de una agrupación política que quizás pueda candidatearse al Guinness de los Récords en el apartado “cómo dilapidar once millones de votos en el menor tiempo posible”. Incapaz de renovarse, ni en discurso ni en personas, con un cadáver político al frente (que no es El Cid, justamente), sin nada nuevo que ofrecer y con demasiadas piedras en la mochila más reciente, el PSOE es hoy mucho más pasado que futuro.

Pero lo realmente preocupante para el panorama político español es que no haya nada ni nadie que muestre capacidad real para ocupar el sitio vacante.

Rosa Díez

Lo más razonable sería pensar en UPyD como el primer favorito de la lista. El partido de Rosa Díez cumple varias premisas para serlo. Es parte del “establishment”, no está ni estará jamás dispuesto a romper ninguna baraja, su líder proviene del PSOE y guarda buenas relaciones con círculos empresariales y políticos… Pero sin duda, algo le falta, porque con las del domingo en Cataluña ya serán cinco las elecciones autonómicas celebradas tras el 20N (Andalucía, Asturias, Galicia y Euskadi fueron las anteriores), y UPyD no habrá tenido participación trascendente en ninguna, salvo por el hecho que su único diputado en Asturias decantó la formación del Gobierno local. Demasiado poco para un partido con pretensiones de llegar más lejos a nivel nacional. ¿Cuál es esa carencia? Tal vez una definición más creíble, o una filosofía, o un objetivo más concreto que el mero acceso al Poder. Porque nada de esto se vislumbra en una formación que huele a oportunismo pero a la que no se le aprecia sustento ni convicciones. Al menos por ahora… justo cuando debería ser el momento de captar a los descarriados del PSOE y los desencantados con Rajoy.

A partir de allí se abre el confuso y babélico abanico de la “izquierda real”. Y el panorama, por otros motivos, ofrece una desolación casi idéntica. La veterana Izquierda Unida ha crecido, pero su techo se antoja limitado. Su discurso y hasta sus siglas gastadas no atraen más seguidores que aquellos que alguna vez lo fueron y vuelven al redil tras renunciar a los “votos útiles” para frenar a la derecha. Pero nada más. No convoca a los descreídos del sistema o la política en general, no entusiasma entre colectivos afines como podrían ser los ecologistas, y su persistencia en ser el eje central de cualquier acuerdo o coalición futura directamente genera recelos entre buena parte de los grupos más reivindicativos del «mundo 15M» y alrededores. Por lo tanto, tampoco aparece como una fuerza que pueda alterar el sistema nervioso de los que mandan.

Queda –nacionalismos al margen, porque están circunscriptos a sus jurisdicciones y siguen unas dinámicas propias- ese universo contestatario nacido al abrigo de la acampada en Puerta del Sol el año pasado.

Acampada en Puerta del Sol, Madrid

Es, sin lugar a ninguna duda, la fuerza más pujante e imaginativa, la que presenta las mayores y más atrevidas iniciativas, la que conecta con el público joven. Se la puede ver detrás de cada protesta, en todas las “mareas” de colores en defensa de lo público, en la lucha contra los desahucios, en la denuncia de cuanta irregularidad se produzca y en la oferta de alternativas realmente audaces y rompedoras para buscarle variantes al “esto es lo único que se puede hacer” que sostiene De Guindos. Pero…

Pero su propia dispersión le juega en contra. No ha logrado forjar una unidad de acción, ni una base de actuación, ni siquiera un decálogo de prioridades. Su forma asamblearia de funcionamiento, modélica en muchos aspectos, es contraproducente para un crecimiento efectivo si hablamos de grandes masas de población. Y sus dificultades para dar a conocer sus líneas de pensamiento le impiden convencer a muchos más de los que ya lo estaban desde el primer día. Un año y medio después de su irrupción en la escena política, esta izquierda o progresismo o como se quiera llamar, plural, abierta e inclusiva, continúa en fase de proyecto, eficaz para montar actos puntuales y potentes para llamar la atención, aunque incapaz de articular una auténtica acción opositora al discurso gobernante.

365 días después de la victoria del 20N, esta falta de adversarios que le hagan sombra es, posiblemente, el mayor éxito del PP. Y no lo logró por sus medios, sino por simple “no presentación” de sus rivales. A un año de las últimas elecciones, importa solo relativamente que no haya Gobierno. Lo llamativo es que no hay oposición a la vista. Y esto sí que es verdaderamente dramático.

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El Editorial del Domingo

LA QUE SE AVECINA

– Un memorándum de Goldman Sachs, que anticipaba las medidas anunciadas el jueves por el BCE, indica que el pedido de rescate será esta misma semana

– Rajoy pretende ahora retrasarlo hasta después de las elecciones gallegas, pero 26.500 millones a pagar a finales de octubre le juegan en contra

– España aceptará todas las condiciones que le impongan desde Bruselas

The Goldman Sachs Tower, en Jersey City

Si no fuera por lo que ocurre, y sobre todo, por lo que está a punto de ocurrir, la semana que acaba de terminar hubiese sido ideal para analizar cuestiones menores pero interesantes, como las derivaciones legales, morales y políticas del vídeo erótico de la concejala de Los Yébenes; o la “tristeza” de CR. Pero no hay tiempo. Ni para esto ni para España, que mueve fichas de manera desesperada, como el ajedrecista que ve cómo la aguja del reloj está a punto de caer. Y quien haya jugado al ajedrez sabe que es en esos instantes donde se cometen los mayores errores.

Desde la perspectiva del Gobierno, la semana tuvo dos hitos, ambos el jueves: la visita express de Ángela Merkel y la confirmación por parte de Mario Draghi de que el BCE está dispuesto a comprar bonos –es decir, ofrecer liquidez- de manera ilimitada. Las sonrisas de la canciller alemana se procesaron como un espaldarazo a las medidas de austeridad del Ejecutivo de Mariano Rajoy. El “sí” de Draghi, como la evidencia de que la prédica de la gente de la Moncloa era razonable, y por fin los socios europeos daban el visto bueno a una medida imprescindible para salir, al menos por un tiempo, del atolladero.

Como además los mercados respondieron con fuertes alzas en la Bolsa y caídas violentas en la prima de riesgo y los intereses a pagar por la deuda española, y todavía no hay un memorándum preciso con las condiciones a pagar por este préstamo masivo, el Consejo de Ministros del viernes debió de ser un concierto de palmaditas en las espaldas entre suspiros de alivio. Al menos eso se deduce de las palabras posteriores de Soraya Sáenz de Santamaría. La vicepresidente tuvo aire suficiente como para: 1) regañar al titular de la patronal madrileña por urgir el pedido de rescate; 2) ponerse chula con el momento en que se pediría ese rescate (es vox pópuli que Rajoy pretende estirarlo como mínimo hasta que pasen los comicios gallegos); y 3) torear con cierto desdén una pregunta sobre qué pasará con el Gobierno una vez que la soberanía económico-financiera de España pase a ser manejada oficialmente por los “hombre de negro” de la Troika. (Algo parecido ocurrió en Italia, donde Mario Monti sacó pecho para autoproclamarse “salvador del euro”, cuando su situación no es mucho más halagüeña que la nuestra).

Y sin embargo, todo apunta en dirección contraria a la que indicó Deña Soraya. El miércoles, la agencia de noticias económicas Bloomberg anticipó punto por punto lo que iba a decir Draghi al día siguiente. No lo habían visto en una bola de cristal, sino en algo mucho más concreto: un memorándum surgido de las entrañas de Goldman Sachs donde se especifica con precisión de cirujano los pasos a seguir en Europa para solventar los problemas de España y darle un empujón a la sostenibilidad del euro.

En ese papel, que revelan los periodistas del colectivo norteamericano Zero Hedge, además del discurso del mandamás del BCE se indica: a) que el miércoles 12, el Bundesbank debería dejar de lado sus reticencias y aprobar la compra de bonos para el rescate español: b) que entre el jueves 13 y el viernes 14, Rajoy debería pedir formalmente el rescate; y c) que antes de finales de septiembre, ya sea a través de votación parlamentaria o como sea, España aceptará las condiciones que el BCE le presente para acogerse al programa de compra de bonos “ilimitados y estériles”. Por supuesto, ni se plantea esa supuesta «negociación de condiciones» que teóricamente Rajoy habría estado debatiendo con Merkel en el encuentro del jueves.

Goldman Sachs, desde ya, tampoco dice una palabra sobre el futuro político del habitante de la Moncloa una vez consumado este rescate urgente que reclaman desde Rosa Díez al CDU alemán, pasando por el madrileño Arturo Fernández (el de la patronal, no el actor). Evidentemente, porque le importa poco y nada.

Pero a Rajoy sí le interesa su futuro e intentará defenderlo, aun con todo en contra. La fecha del 21 de octubre para las elecciones autonómicas gallegas no es casual. Una semana más tarde, España debe afrontar el vencimiento –y pago- de 25.600 millones de euros en bonos. Con los datos conocidos esta semana en el apartado de prestaciones por desempleo, que muestra un desfase de un 10% respecto a las previsiones del Gobierno, cabe preguntarse si el Banco de España dispone de cash para liquidar semejante deuda. Si la respuesta es no, una semana parece un plazo demasiado ajustado para poner en marcha la burocracia europea y recibir el dinero a tiempo, pero Rajoy pretende aprovecharla al máximo.

Ahí se esconde una parte del pulso, entre los que urgen y los que intentan tirar una vez más la pelota para adelante. En todo caso, cabe recordar que De Guindos negó que se iba a pedir el rescate para la banca hasta una semana antes de efectuar dicho pedido.

Doña Soraya afirmó el viernes que “analizarán con calma” el momento de golpear la puerta del BCE. Por las dudas, habrá que estar atentos el miércoles. Si desde Alemania llegan las noticias que vaticina el papel de Goldman Sachs será hora de ir sacando el salvavidas.

El Editorial del Domingo

VIENTOS DE SEPTIEMBRE

Los refrescantes vientos que en buena parte de España se llevaron por delante lo que quedaba de verano, incluso antes del final de agosto, arrasaron también la molicie política que suele acompañar a este país hasta que cae la última página del calendario de agosto.

Vivimos épocas de tantas urgencias que no hay tiempo ni para sacudirse la arena de los pies. Así, en la semana que habitualmente sirve para apurar los bostezos finales, ocurrieron hechos tan relevantes como que el ministro de Economía, Luis de Guindos, se vio obligado a lanzar su flamante reforma económica, “banco malo” incluido (sus alcances he intentado resumirlos en un post del pasado viernes), se pusieron en marcha las campañas electorales para las autonómicas en Euskadi y Galicia, y se vivió un nuevo capítulo del “apriete de tuercas” entre Cataluña y Madrid en torno al rescate, el pacto fiscal y un horizonte de posible independencia.

Rosa Díez

Pero además de estas cuestiones, que han ocupado los grandes titulares, también pasaron otro par de cosas que no concitaron tanta atención, pero a las que conviene no perder de vista por motivos muy distantes entre sí. Por un lado, Rosa Díez, líder de UPyD, exigió a Mariano Rajoy que pidiera ya mismo a la UE el rescate económico para España. Por otro, Cristina Cifuentes, la Delegada del Gobierno en Madrid, afirmó sin pestañear que posee una lista de entre 800 y 1.000 personas “fichadas” por asistir a “todas las manifestaciones” que se realizan en la Comunidad.

La urgencia de Rosa Díez tiene varias lecturas posibles. No se puede desdeñar la posibilidad de que realmente considere que un rescate urgente y “total” a España sea la mejor solución para los problemas que padecemos. En este caso cabría preguntarse si es esta la alternativa “diferente y progresista” con la que intenta venderse UPyD de cara a un futuro que se le presenta muy prometedor. Porque ya conocemos el significado de un rescate “total”: entrega absoluta de los mandos económico-financieros a la troika UE-FMI, profundización en la pérdida de derechos laborales y de acceso a servicios públicos para la mayoría de la población, aumento del paro, extensión sine qua non de la recesión y condena muy prolongada al pago prioritario de una deuda que casi ningún ciudadano español contrajo por su cuenta. Sin embargo, esta parecería ser la apuesta de la carta más visible de recambio que aparece en el espectro político español a corto plazo.

Aunque en el caso de Rosa Díez cabe la sospecha de que pueda esconderse algún otro interés detrás de su pedido. La ex eurodiputada del PSOE (algún día habría que realizar una revisión a fondo de su actuación en el Parlamento de Estrasburgo) intuye que su momento está cada vez más cerca. No sólo por los resultados de noviembre pasado, sino porque el “sistema” –entiéndase el poder económico y los medios que lo sostienen y difunden- ve con buenos ojos su ascenso: sabe que no provocará cambios de fondo (el mensaje de esta semana, de alguna manera, también va dirigido a los oídos de los que mandan), y que encarna el “camino natural” para recoger los votos de quienes en su día se decepcionaron con un PSOE todavía bamboleante y carente de liderazgo visible; y también de quienes creyeron ver la tabla de salvación en este PP sin poder y sin ideas. Es decir, ella –o su partido- sería el parapeto ideal tanto para frenar un más que previsible avance de una izquierda más combativa, como para diluir el surgimiento de una derecha populista y más difícil de controlar, como la que propugna Mario Conde.

En ese sentido, cuanto antes se produzca el pedido de rescate, más rápido será el deterioro del actual Gobierno, peores serán sus resultados en Galicia y Euskadi, y más rápido se desencadenarán unos acontecimientos que en muchos círculos ya se dan por sentados. Hablamos de la caída de Mariano Rajoy y las variables que se abrirían para su sustitución, que van desde un pacto de Estado al estilo Italia a unas (menos probables a corto plazo) elecciones anticipadas. Y en todos los supuestos, las urgencias de Rosa Díez se verían satisfechas.

El más que posible final prematuro de esta Legislatura entronca con el otro tema surgido en la semana: la lista de Cristina Cifuentes. Porque evidentemente, el Gobierno no tirará la toalla sin pelear. Lo está haciendo a su manera en el ámbito económico, más allá de cómo se califiquen sus medidas. Y lo hará en la calle, donde sabe que desde esta misma semana le espera un aluvión de protestas en forma de concentraciones, cortes de calle, marchas y demás. La portada de La Razón de hoy es una buena medida del posicionamiento oficial; y el mensaje de la Delegada en Madrid, el anticipo de un previsible endurecimiento en el trato a los manifestantes.

Hasta aquí, el Ejecutivo de Mariano Rajoy solo ha cosechado desencantos y contratiempos. Maltratado en las encuestas, abandonado por muchos de sus fieles y zarandeado por los números, ahora tendrá que demostrar cuál es su verdadera postura en el tema de la tolerancia y las libertades. Si nos vamos a guiar por lo que está ocurriendo en RTVE, con la cancelación del programa Carne Cruda como último ejemplo, los augurios no son muy buenos.

Habrá que ver hacia dónde nos conducen los refrescantes y urgentes vientos de septiembre…