Grecia: una cruel realidad vista a través de los indicadores sociales

Bandera griega en Santorini

Cuatro años de crisis continua. Seguimiento a ultranza de las «mágicas» recetas de la infausta troika UE-FMI-BCE. Resistencia numantina a abandonar el euro como moneda y la Unión Europea como destino.

Casi un lustro después de comenzada la debacle, Grecia, ese país que España no es pero al que cada día se le parece más, muestra en sus indicadores sociales cuál es el estado de una nación que acepta con docilidad el camino que le indican sus «amos financieros», que prefiere matar literalmente a su gente antes que plantarles cara a los acreedores de una deuda ilegítima, que no firmó ninguno de sus ciudadanos, salvo el grupo de políticos y economistas que, ¡oh casualidad!, no integra ninguno de los grupos de población que se pueden apreciar en los siguientes gráficos, preparados por Bloomberg y publicados en el blog norteamericano Zero Hedge.

Población en riesgo de pobreza dentro de la UEÍndice pobreza UE

Índice de suicidios en la UE

Índice suicidios UE

Evolución de casos de infección con virus HIV entre drogadictos en Grecia

Índice HIV GreciaPasado en limpio, las cifras dicen que, desde 2009, la población griega de homeless aumentó en un 25%, la tasa de suicidios un 40%, y la de contagios de virus HIV entre drogadictos ha subido ¡20 veces! Y aunque no haya gráfico que lo ilustre, también el índice de robos y de gente en prisión se ha incrementado.

Al mismo tiempo, se espera que la economía nacional acabe contrayéndose un 24% entre 2009 y 2013; y la tasa de paro, que era de un 7,6% en 2008 se calcula que estará en el 26% el año próximo. La desbocada aceleración de todas estas cifras hacen que cualquier comentario sea redundante.

Publico estos datos hoy, apenas unas horas después de que la acción realizada en España a través de Twitter en apoyo y defensa de la Sanidad Pública alcanzara el primer puesto en interés (Trend Topic) en el país y entre los tres primeros a nivel mundial. Y lo hago para demostrar que la defensa con uñas y dientes de los beneficios sociales que supimos conseguir es más primordial que nunca.

Hacerlo no garantiza el éxito, pero quedarse con los brazos cruzados es el camino más seguro para seguir los pasos de Grecia. Hacia allí vamos. Solo nosotros mismos podemos impedirlo.

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Sánchez Gordillo gana el round (y más de Diez pierden la careta)

Algo más de 48 horas han pasado desde que un grupo de militantes del Sindicato de Trabajadores Andaluces se llevase algunos carros de comida de un Mercadona de Écija, y si bien José Manuel Sánchez Gordillo ya no es trend topic en Twitter, su nombre sigue dando que hablar en redacciones, redes sociales y buena parte de España.

Y en general, se habla mal. Con más o menos saña, con más o menos educación, con más o menos desprecio, con más o menos recato, con más o menos ironía o sorna, pero mal. Algo que por otra parte no sorprenderá al protagonista, que nunca tuvo los favores de la prensa, los jueces y en muchos casos, ni siquiera de sus compañeros de partido. Porque siempre ha sido un outsider, una persona que se rige por sus propias formas de hacer y de entender la política, y eso es algo que en las muy verticalistas organizaciones de nuestro país no saben ni pueden aceptar.

Sin embargo, no puede decirse que hasta ahora le haya ido mal a Sánchez Gordillo con su forma de actuar. Tampoco esta vez. El martes me cabía alguna duda sobre el acierto o no de su participación en lo que el Gobierno y sus adláteres se empeñan en calificar como «asalto» o «saqueo» a la sucursal de Mercadona. (Dejo un vídeo para quien esté interesado en saber qué es exactamente asaltar o saquear un supermercado. Hay muchos más, solo es cuestión de buscarlos en Youtube). Hoy ya no tengo ninguna. El alcalde de Marinaleda ganó este round de la pelea por paliza.

¿Por qué? Porque Sánchez Gordillo y la gente del SAT no asaltaron nada, porque nadie lo hace previo aviso, con la policía y la televisión en la puerta. Lo suyo fue una acción como tantas otras que se vienen realizando desde hace un año; una performance, como la califica hoy con sutileza el sociólogo Enrique Gil Calvo en El País. Quizás algo más incisiva que otras, pero no mucho más que la de colarse en masa en el Metro de Madrid o Barcelona que promueve la gente de YoNoPago. Y además, repartieron la comida entre las mujeres de la Corrala La Utopía, por cierto, una historia de lucha y de amor que merece la pena conocer y difundir.

Los dos detenidos por el «asalto» ya fueron puestos en libertad -eso sí, no pueden acercarse a menos de 300 metros de la sucursal del Mercadona de Écija, aunque nada dice la orden sobre el Ahorra Más, el Día y otros semejantes, en fin… Y después de que el propio Ministro del Interior se ocupara del caso como si hubiese sido el delito más grave y oneroso de la actualidad española, vinieron a caer en la cuenta de que Sánchez Gordillo es aforado por partida doble, diputado y alcalde, y por lo tanto no es tan fácil detenerle, sobre todo porque no fue partícipe directo del hecho.

Es decir, que este viejo zorro de la política, con sus formas poco convencionales, logró en un par de horas y con 400 personas más de lo que movimientos como el 15M -tan necesarios como todos los Sánchez Gordillos que se encuentren- solo logran cuando después de enormes esfuerzos reúnen en las calles a cientos de miles de personas: que durante un par de días haya quedado expuesta de manera evidente la realidad y la injusticia de un sistema que castiga a los más desfavorecidos en lugar de pedir cuentas a quienes causaron este desastre por su ambición desmedida. Y que persigue a quien se lleva un carro de compra para repartir comida, pero perdona y hasta premia a quien estafa millones de euros de los fondos públicos (la lista es muy larga, todos sabemos de quiénes hablamos).Pero además, ha conseguido poner en ridículo al Gobierno, que manda detener a quien no puede, y debe liberar a quienes no hicieron prácticamente nada condenable.

Y de paso, le ha quitado la careta a más de Diez, que disfrazados de progres a la violeta promueven un gatopardismo descarado para que todo, pero todo, siga siendo siempre exactamente igual que hasta ahora.