En Madrid ya no basta la salud (Diálogos 9)

I.
– Me vine a tomar un café porque acabo de ver un paciente que me dejó sin ganas de nada. Cuando escuchas a la gente te das cuentas que las cosas están incluso peor de lo que creemos. No solo es el tema de los recortes o que quieran cargarse la Sanidad. El desastre es mucho mayor.
– ¿Pero qué ha pasado?
– Es un chico que tiene Crohn [una enfermedad inflamatoria intestinal] y está fatal, en pleno brote. Entonces le dije que había que operarle. Es lo que necesita.
– ¿Y dónde está el problema? Que yo sepa, no nos han limitado las operaciones.
– Es peor que eso. Me dijo que no, que es imposible, porque tiene miedo a perder el trabajo si tiene que faltar un mes. Le costó año y medio salir del paro, y cree que si se enteran que tiene una enfermedad crónica no le renovarán el contrato.
– ¿Y qué piensas hacer?
– No lo sé. En principio intentaremos mantenerle con los medicamentos, pero al final se tendrá que operar, y cuanto más lo demore, será peor para él. ¿Qué me dices?
– Que esta crisis nos va a ir matando a todos a cámara lenta.

(Las cafeterías de los hospitales públicos son un buen sitio para captar la realidad que no sale ni en los diarios ni en las estadísticas, pero que los médicos conocen a través de sus enfermos).

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II.
– Y dígame, joven, ¿qué es exactamente lo que pide esta gente? ¿Por qué protesta?
– Porque quieren cerrar el Hospital, abuela. O transformarlo en otra cosa, pero nos quedaremos sin un montón de servicios especializados en el barrio.
– Ah, sí… ya había visto algo de esto en la tele. ¿Y sabe usted quién tiene la culpa de todo esto?
– ¡¿?!
Los sindicatos.
– ¿Cómo? No abuela, discúlpeme, pero me parece que usted está equivocada. La culpa la tienen los políticos, que quitan el dinero para la sanidad pública y se lo dan a los bancos para que paguen sus deudas.
– No, no, no. No se confunda, hija. Eso es lo que dicen los «rojos», pero hágame caso, la culpa es de los sindicatos.

(Escuchado en una de las tantas concentraciones que tuvieron lugar estas últimas semanas frente al Hospital de la Princesa, en pleno barrio madrileño de Salamanca).

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III.
– Mira, la verdad es que trabajar en estas condiciones es insoportable. ¿Tú crees que yo puedo tener ganas de levantarme cada mañana y venir cuando sé que van a cerrar este Centro y a mí me van a mandar vaya uno a saber dónde, si es que no me mandan al paro? No hay derecho, después de tantos años…
– Sí, te comprendo perfectamente. ¿Pero qué vais a hacer? Porque se ve que no os hacen mucho caso a las protestas.
– ¿Te cuento lo que estamos haciendo algunos? Saltarnos las normas para boicotear las medidas de ahorro. Por ejemplo, aceptamos más recetas de las debidas, y que por lo menos se gasten el dinero en medicamentos para los pensionistas. Así que ya sabes, la próxima vez que vengas tráete el doble de recetas que yo te las autorizo todas.
– Pero si te pillan te pueden sancionar o echar.
– Si nos van a echar igual. Aunque si lo piensas bien, esta gente tampoco es tan responsable de la situación. La culpa es de la herencia que dejaron los socialistas. Esos sí que eran unos inútiles.

(Las consultas de ambulatorios y centros de especialidades médicas de Madrid son un hervidero en estos días. Aunque como se ve, no hay unanimidad a la hora de repartir las culpas responsabilidades).

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